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Guillermo Dupuy

A falta de ideas, líos internos

Un equipo teledirigido desde Madrid no puede regenerar lo que Madrid ha degenerado.

Mal, muy mal debe de estar el PP vasco para que un concejal de Vitoria, Manuel Uriarte, no le haya interesado asumir la secretaria general del PP vasco, tal y como le había ofrecido hace unos días Arantza Quiroga, la agraciada por el dedo divino de Rajoy para presidirlo.

Teniendo presente que Rajoy acudirá el sábado a clausurar el congreso extraordinario que se inicia este viernes, y del insuperable espectáculo que sería iniciarlo sin tener relevo para Oyarzábal, doy por hecho que a la hora en que ustedes lean estas líneas el PP vasco ya habrá cerrado, aunque sea en falso, el combate interno de estos últimos meses –no precisamente en torno a las ideas– sino en torno a las cotas de poder que han de tener las diferentes facciones teledirigidas desde Madrid por Cospedal y Sáenz de Santa María.

Ahora bien, por mucho que el PP vasco tenga ya para el sábado un equipo completo para dirigirlo y se empeñe en transmitir una fingida imagen de unidad en la clausura del congreso, no se va a borrar el espectáculo de descomposición interna que ha ofrecido estas semanas y que, en realidad, se remonta a aquellos días en los que María San Gil dio el portazo ante la deriva ideológica del Gobierno de Rajoy.

Ya hace más de un año que advertí de la imposibilidad de la regeneración del PP vasco mientras Rajoy fuera presidente del Gobierno, y no voy ahora a dejar de hacerlo ahora. Los personalismos y las guerras internas que han aflorado en el PP vasco no son sino la lógica consecuencia de la falta de un auténtico liderazgo forjado desde las bases y, sobre todo, de la falta de fidelidad a unas ideas y a unos principios que ya no están presentes en el actual e irreconocible PP nacional. Un equipo teledirigido desde Madrid no puede regenerar lo que Madrid ha degenerado. El PP vasco está condicionado a ser una comparsa de una política nacional completamente meliflua en el combate ideológico contra el nacionalismo y completamente entregada al envilecedor proceso de apaciguamiento iniciado por Zapatero. La decapitación de las ideas que representaba María San Gil condenó al PP vasco a lo mismo que condenó al PP catalán la decapitación de Vidal Quadras: a convertir en residual a ese partido en ambas comunidades autónomas.

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