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EDITORIAL

Los delirios identitarios y los problemas de la Cataluña real

No parece que los problemas de la Cataluña real vayan a encontrar solución mientras sus gobernantes sigan inmersos en su borrachera identitaria.

Los residentes en el popular barrio de la Barceloneta de la Ciudad Condal están pasando un auténtico calvario por culpa del denominado turismo de borrachera. Las imágenes de un grupo de turistas italianos haciendo la compra en un supermercado completamente desnudos dieron la vuelta al país, así como las manifestaciones de los vecinos en las que exigían que el Ayuntamiento pusiera cerco a los apartamentos destinados al uso turístico, sean ilegales o no.

La proscripción de ese tipo de negocios no es justa ni solucionaría el problema. Lo que hay que proscribir es el incivismo, y en eso ha de desempeñar un papel protagónico la propia ciudadanía, expresando con absoluta claridad su rechazo a los vándalos. Las concentraciones son un buen medio, ciertamente, así como la presión social sobre quienes se dedican a amargar la vida al prójimo.

Pero, por supuesto, la principal responsabilidad en este asunto es de los poderes públicos. Poderes públicos que han estado clamorosamente ausentes hasta que la ciudadanía ha dicho basta. Cuando estalló la crisis el alcalde Trias, de CiU, estaba literalmente ausente, de vacaciones. Y el Consistorio procedió con evidente torpeza.

El turismo de borrachera que padece Barcelona ya es de sobra conocido en el extranjero, como saben de sobra los vándalos que se comportan en la Barceloneta como seguramente no se comportarán en sus lugares de residencia y buena parte de la audiencia de los medios internacionales que se han hecho eco de lo sucedido estos días allí. Probablemente sepan menos del demencial proceso de secesión en que está embarcado el nacionalismo gobernante en Cataluña y también en su capital. Pero resulta que es a lo único que se dedican. Al alcalde Trias le importa menos que nada la calidad de vida de los vecinos de la Barceloneta, en cambio se desvive por que las obras de pavimentación de la ciudad se hagan en tiempo y forma para que el aquelarre independentista del próximo 11 de septiembre luzca esplendoroso.

En el altar de la construcción nacional, en Cataluña se despilfarran millones de euros mientras se desatienden servicios esenciales y se ningunea a los vecinos que han de sufrir los desmanes del peor de los turismos. El daño que está infligiendo el nacionalismo al Principado es indignante e intolerable. A ver si de una vez todo el mundo toma nota, empezando por Madrit y, sobre todo, por los propios ciudadanos de Cataluña.

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