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Pisar el barro

El trabajo por el que le pagamos los españoles a Rajoy no es precisamente achicar agua de los garajes o sacar gorrinos de las granjas anegadas

Pedro Sánchez, que ya no sabe qué hacer para parecerse a los pablemos, ha arremetido contra Mariano Rajoy por no visitar los pueblos anegados por la crecida del Ebro. "¿Qué coño tiene que pasar para que Rajoy salga de la Moncloa y pise el barro?", se preguntaba el líder socialista rodeado de cámaras de televisión mientras imitaba la pose indignada de los podemitas, unos seres vivos que se debaten entre la desazón de habitar un mundo insufrible y la emoción contenida de saberse los elegidos para cambiar el destino de la humanidad.

En realidad, por mucho que finja escandalizarse el líder socialista, poco tiene que hacer Rajoy en el escenario de una catástrofe natural. El trabajo por el que le pagamos los españoles no es precisamente achicar agua de los garajes o sacar gorrinos de las granjas anegadas como le gustaría a Sánchez, sino el que tiene lugar en las instalaciones de La Moncloa. De hecho, cuanto más barro pisen los políticos más tarde se pondrá remedio administrativo a la desgracia padecida por los miles de aragoneses, riojanos y navarros, que han visto sus viviendas y sus negocios arruinados por la inundación.

Sánchez y los pablemos pueden pasar el día chapoteando en el barro en solidaridad con el pueblo sufriente, pero es que ellos no tienen ninguna responsabilidad política más allá de arañarse mutuamente unos votos compitiendo por ver quién es más cercano "a los de abajo". Por mi parte, prefiero que los que gobiernan el país lleven los mocasines impecables y no abandonen las mullidas moquetas de los pasillos de la Administración. Mucho menos para competir en demagogia con lapablemidad, la última desgracia estética y política que nos ha tocado sufrir a todos los españoles.

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