Menú

Píldoras de vergüenza

¿Recordar a estas alturas que un medicamento homeopático es la terapia más parecida al agua después de un vaso de agua resulta redundante?

El Ilustre Colegio Oficial de Médicos de Madrid, las Universidades de Murcia, Valencia, Pública de Navarra, Zaragoza… la Rey Jaume I de Castellón, la Francisco de Vitoria. Todos son centros donde habita la ciencia, alma mater del conocimiento racional, el espíritu crítico y la investigación. Todos son, también, lugares que avalan o han avalado alguna vez la enseñanza de la homeopatía. Circula periódicamente una lista de la vergüenza que recoge la soprendentemente nutrida nómina de universidades y colegios científicos que incluyen cursos o charlas sobre esta práctica pseudocientífica. Y la lista crece a la par que aumentan las farmacias y parafarmacias que prescriben las píldoras homeopáticas.

Recordar a estas alturas que un medicamento homeopático es la terapia más parecida al agua después de un vaso de agua puede resultar redundante. A lo largo de sus varios siglos de historia, la homeopatía no ha logrado acumular suficiente evidencia científica a su favor que permita considerarla algo más que un buen placebo. Aun así, no cabe duda de que cada cual es libre de elegir con qué quiere creer que se cura. No suelo entrar al trapo de las discusiones sobre estas materias porque creo en la inalienable capacidad individual de decisión a la hora de elegir una terapia. Un enfermo tiene más derecho que nadie a probar de todo, si le place.

Pero arropar con el manto de la excelencia científica las píldoras y diluciones homeopáticas es jugar con las cartas marcadas. Y en este caso el tahúr no es quien vende el producto, es su compinche en las filas de la Universidad que enaltece el engaño situándolo en el mismo aula magna que la física, la química, la matemática, la medicina… Sí, la medicina de verdad, la que sí cura.

Es muy necesario recordar que, según el código de deontología medica de común aplicación en nuestro país, todos los profesionales de la salud "están obligados a emplear preferentemente procedimientos y a prescribir fármacos cuya eficacia haya sido demostrada científicamente". La homeopatía no es uno de ellos. El uso de la palabra preferentemente no es banal. En la búsqueda del bienestar para los pacientes, el médico es libre de indagar estrategias fuera de los cauces convencionales, bajo su responsabilidad clínica y con la mayor transparencia. En este sentido, cuando un doctor o un farmacéutico prescriben un medicamento no avalado por la ciencia deberían estar convencidos de que como tal es asumido por el paciente.

El artículo 26 del Código de Deontología Médica lo deja bien claro:

Todos los médicos deben tener presente que no son éticas las prácticas inspiradas en el charlatanismo, las carentes de base científica y que prometen a los enfermos la curación, los procedimientos ilusorios o insuficientemente probados que se proponen como eficaces, la simulación de tratamientos médicos o intervenciones quirúrgicas y el uso de productos de composición no conocida.

No hay que hacer mucho esfuerzo para incluir a la homeopatía entre las terapias a las que se refiere este párrafo. Al menos en lo que atañe a procedimientos insuficientemente probados y carentes de base científica. Pero tampoco habría que hacer mucho esfuerzo para justificar su uso basándonos en la inexplicable presencia de la homeopatía en algunos cursos universitarios españoles.

Las píldoras y diluciones homeopáticas deberían venderse con una leyenda como la de las cajetillas de tabaco que advirtiera: "Está usted consumiendo un producto cuya seguridad, eficiencia y calidad no ha sido suficientemente probada por la ciencia". En lugar de eso, gracias a la para mí incomprensible laxitud de ciertas universidades alguien podría venderlas (como ocurre con muchos complementos alimenticios de dudosa eficacia) bajo el atractivo reclamo de "avalado por la Universidad de …". No se lo crean.

En Tecnociencia

    0
    comentarios

    Servicios

    • Radarbot
    • Curso
    • Inversión
    • Securitas
    • Buena Vida
    • Reloj Durcal