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Santiago Navajas

Monedero y la criminalidad

Monedero es el síntoma de una izquierda derrotada por unas ideas que estaban más cerca del crimen que de la política.

En un reciente coloquio en Córdoba con Julio Anguita sobre "el futuro de la izquierda", Juan Carlos Monedero se despachó a gusto contra el principal partido de la derecha: "El Partido Popular solo se entiende desde la criminología". Posteriormente, mencionó en la misma línea de discurso al Partido Nazi y al PP para a continuación pedir disculpas con la boca pequeña y entre risas de complicidad de un público entregado a un conferenciante que reivindicaba con desparpajo la tradición jacobina y bolchevique.

Pero es a Monedero al que hay que entender desde el marco de la criminología política. Forma parte del ADN cultural de la extrema izquierda defender la dialéctica de los puños y las pistolas que reivindicaba un líder fascista (tan lejos, tan cerca), la violencia para vencer en lugar de la razón para convencer, la demonización del enemigo con el miedo en lugar de atraerlo a una posición común mediante el diálogo. Citaba Monedero en su Twitter al Alcalde de Zalamea:

Con muchísimo respeto os he de ahorcar, ¡juro a Dios!,

retratándose así como el chulo, vengativo y autoritario mandamás que deseó a la directora del FMI, Christine Lagarde, que se muriese y que habría querido detentar el poder absoluto si los de Podemos hubieran logrado reventar a base de escraches esta democracia liberal que detestan pero que parasitan, y esta economía de mercado que no entienden aunque se las arreglan para defraudar a Hacienda.

Nadie en el PP se atrevería a defender a la derecha totalitaria, y sin embargo Monedero y Anguita no tuvieron ningún reparo en santificar el Terror de Robespierre y la "esperanza" que según ellos vino a traer el Mesías revolucionario Lenin en la Revolución de Octubre, que, no lo olvidemos, destruyó la frágil democracia constitucional que había acabado con el régimen zarista. Monedero cree que la democracia representativa y "neoliberal" está acabada y que hay que construir un sistema nuevo. Decía su idolatrado Antonio Gramsci que en tiempos de crisis lo viejo no acaba de morir y lo nuevo no termina de nacer. Hubiese querido el profesor de Ciencias Políticas rematar al agonizante enfermo liberal, pero por el momento el exquisito cadáver político va a ser él. Por cierto, tapa el símbolo de Apple en su iPad con una fotografía del filósofo italiano; trata de tapar sus vergüenzas tecnocientíficas, como diría Juan Goytisolo, con una pegatina, como haría cualquier superficial adolescente ingenuamente enamorada de Justin Bieber.

Monedero se desmarca de Podemos porque, a diferencia de lo que ocurrió en Rusia en 1917 o en España en 1936, la extrema izquierda patológicamente sectaria e ideológicamente fanática no ha podido hacer descarrilar una monarquía constitucional que, aunque herida de gravedad por la crisis económica y la corrupción institucionalizada, ha sabido reponerse a través de la emergencia de partidos renovadores que están obligando a los tradicionales a limpiar sus establos de Augías. Aunque todavía hará falta una reforma constitucional para consolidar un Estado de las Autonomías basado en que todos somos Libres e Iguales (contra el racismo cultural de los nacionalistas, como ha denunciado el pensador alemán Jürgen Habermas, y el clasismo inherente, aunque en diferentes direcciones, a conservadores y socialistas) y en la ejemplaridad pública que reclama insistentemente el filósofo bilbaíno Javier Gomá.

La clave de la dimisión de Monedero es algo que dijo en el coloquio de Córdoba. Cargaba el líder podemista contra los cantos de sirena de aquellos que defendían que su partido debía moderar su discurso y sus propuestas porque nadie ha gritado ante el pelotón de fusilamiento "¡Viva el centro!". Lo que no sólo no es verdad –ya que de los jacobinos a los jemeres rojos, pasando por el Che Guevara o Somoza, los nazis o los estalinistas, han tiroteado, decapitado, guillotinado y gaseado a esos que denominaban "burgueses"–, sino que más bien lo que sucede es que los moderados y los tibios a los que tanto desprecia el macho alfa de la extrema izquierda nunca han fusilado a nadie porque no forma parte de su teoría y tampoco de su talante.

Monedero es el síntoma de una izquierda derrotada por unas ideas que estaban más cerca del crimen que de la política. Del mismo modo que el fascismo fue vencido tras la Segunda Guerra Mundial, a pesar de que aún dió coletazos en forma de Franco y Pinochet, el comunismo fue derrotado tras la caída del Muro de Berlín. Lo que queda de esas derechas e izquierdas periclitadas es alguna que otra reliquia, como Le Pen y algún que otro fósil como Monedero. Más que con Juego de tronos, los líderes de Podemos se deberían identificar con Walking Dead. Con los zombis, claro.

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