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Pío, pío, páseme usted el río

Hemos pasado de no estudiar el crimen, de no prevenir el delito, a directamente permitirlo.

Hemos pasado de no estudiar el crimen, de no prevenir el delito, a directamente permitirlo. En España, en un pío pío, o si lo prefieren en un tuit, se persigue a judíos y a cristianos, se humilla a las víctimas, se incita al odio, se exige la guillotina para un exministro sin que nadie se conmueva. Ni siquiera los interesados, dado que por alguna extraña razón las víctimas olvidan la amenaza o se olvidan de denunciarla. Y mire, Carmona, aquí no hay tío páseme usted el río: usted y su partido, sus concejales, aunque son menos de una docena, permiten que gente así decida el destino de millones de madrileños, ante el estupor de las masas.

Hemos pasado del concejal de Cultura con faltas de ortografía en la obra de Cervantes al casi concejal de Cultura que ríe el chiste de la ceniza del Holocausto.

No así en Israel, donde la afrenta sufrida abomina del concepto de los políticos emergentes españoles y hasta es posible que se estudie un apartado para el tuiteo ofensivo en el museo de las infamias.

Rita, la Portadora, portavoz de Carmena, hace nada se hizo presuntamente un femén y saltó según la acusación en topless dentro de la capilla de la Universidad Complutense, vulnerando el derecho de los que profesan la religión católica. La única universidad del mundo donde los rebeldes no luchan por ampliar las libertades. Por cierto, que no se espera que Rita se atreva a hacer lo mismo en la mezquita de la M-30, porque los musulmanes no suelen ser tan tolerantes como el exrector Carrillo, que permitía el acoso a los cristianos y las fosas llenas de cadáveres de los bajos de Medicina.

Los jóvenes bárbaros, algunos ahora en el poder, querían cerrar la capilla al grito de "Menos rosarios y más bolas chinas", en un país donde ya se reza tan poco que muchos ni siquiera saben qué cosa fuera un rosario, por lo que se verían en un compromiso si tuvieran que explicarlo en un examen de la Complu, aunque todos entienden lo de las bolas chinas, en especial la supuesta preconcejala que se define como "desviada y feminazi", que aguarda con impaciencia heredar el acta para lanzarse sobre los votantes en cuanto Carmona recupere las meninges y se dé cuenta de que está apoyando una ideología que significa el desprestigio universal: feminazi y machonazi. Y que no es suficiente con echar a un antisemita de Cultura, hay que echarlo del ayuntamiento.

Lo que se hace en Twitter con esas ráfagas de información intrascendente es cometer presuntos delitos que deben ser denunciados, especialmente si los cometen políticos que pueden acabar al frente de responsabilidades públicas, como es el caso. Pero ya ha salido el listo que aconseja que todo perseguidor del Holocausto, todo asesino en potencia, todo el que vilipendia a las víctimas, una vez que cometa su delito, pío pío, lo borre para no dejar huellas. Es el nuevo periodismo: "Piopiando el cenicero a bordo del retrobuga con instinto criminal".

Incluso existe síndrome de Estocolmo, porque esas ofensas a Irene Villa, que perdió las dos piernas en un atentado de ETA, o esa alusión a Marta del Castillo resurrecta no han ocasionado una exigencia de reparación o censura, sino tolerancia, que, sin dejar de admirar la señora tan importante y respetable que es mi colega, la periodista Villa, ni el hombre bienintencionado y español de bien que es Antonio del Castillo, no puedo entender. Para mí que debieran exigir que un cargo electo no tuviera ideas cutres ni delictuosas como éstas, que no son de humor negro sino de tío del Ku Klux Klan. No podemos mirar para otro lado en el colmo de la ignorancia, acompañados por la desinformación.

La nueva alcaldesa de Madrid, la exjueza Carmena, aunque tuvo otra vida en la justicia ahora permite, saltándose el código, que el que no sirve para edil de Cultura sea endosado a los ciudadanos de Fuencarral-El Pardo, pobrecitos, para los que le parece bueno que cierren el cementerio de Alcácer, retiren los ceniceros de los coches y usen el nombre de Marta del Castillo en vano, y no para pedir a los recién llegados al poder que recuperen sus restos y den paz a la familia.

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