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Pablo Planas

La entente griega de Mas y Colau

Ada y Artur están en la onda de que la democracia es un truño, las leyes una zurraspa y la convivencia, un bien sobrevalorado.

Ada y Artur están en la onda de que la democracia es un truño, las leyes una zurraspa y la convivencia, un bien sobrevalorado.
EFE

Entre el molt honorable y la excelentísima alcaldesa condal (tratamiento que sólo corresponde a los primeros ediles de Madrid y Barcelona) hay química. Ellos todavía no lo saben, pero sus secuaces asesores comienzan a detectar algo más que coincidencias en los actos, pronunciamientos y reflexiones de ambos. Ada Colau no se ha movido de donde está, dice lo que se espera que diga y actúa en contra de los principios que blandió en campaña. Ya ha ordenado su primer desalojo y el ayuntamiento es un coladero de primos, cuñados, parejas y pornoartistas comprometidas, aunque el nepotismo era de esperar.

Artur Mas, por su lado, se escora a la izquierda, como si la Convergència que fundara Pujol fuera un círculo, pero no el del Liceo, el Ecuestre o el de Economía, sino el de la asamblea podemita del Patio Maravillas. En honor a la verdad histórica, el primer antisistema de España no es Zapata, sino Mas, aunque intente disimularlo vaporizándose laca en el tupé.

Ada y Artur están en la onda de que la democracia es un truño, las leyes una zurraspa y la convivencia, un bien sobrevalorado. El engendro del derecho a decidir les ata, les une, les funde y les equipara, sea para abolir España o la propiedad privada. Menos sus casas, sus cuentas y sus comisiones obreras, claro está.

Mas y Colau han celebrado el no de los griegos como una victoria propia, tal que si el Olimpiacos le hubiera metido siete al Real Madrid. En el caso de ella, se entiende. Su partido es el equivalante a lo que equivalga la Syriza de Tsipras corazón. Pero lo de Mas es un triple salto mortal con tirabuzón en una piscina vacía. Celebran en Convergència no sólo el referéndum sino el resultado, lo que muestra sin velos que el proyecto separatista de Cataluña se basa en el modelo de la invasión turca de Chipre, así como que la Unión Europea no quiere saber nada del abstruso procés.

Grecia y Cataluña no sólo comparten el vaivén del Mediterráneo, sino la propensión de sus saqueadores a forrarse el riñón, el hígado y el esternón. Ya dice Jaume Roures que el Manifiesto comunista no dice nada sobre que la gente deba ser pobre. Y mucho menos los nuevos ricos. No es el caso de Euclides Tsakalotos, el sustituto de Varoufalkis Millonetis. Tampoco el de Pujol, el padre político de Mas y el abuelo cebolleta de Colau.

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