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EDITORIAL

Rajoy, obstáculo para el PP

El empecinamiento del presidente del Gobierno es un problema tanto para el PP como para España.

Es cierto que la renuncia de Rajoy a presidir el Gobierno no supone para Ciudadanos una condición sine qua non para llegar a un acuerdo con PP y PSOE en aras de una gran coalición nacional que regenere la política, fortalezca la tardía y frágil recuperación económica y haga frente al ilegal y persistente desafío secesionista que se perpetra desde Cataluña. Sin embargo, por mucho que desde Ciudadanos no pongan "líneas rojas personales"" ni al PP ni al PSOE, qué duda cabe de que la marcha de Rajoy facilitaría enormemente las cosas para que la formación naranja llegara a un acuerdo con el PP y también para que en el PSOE ganaran peso quienes se oponen a un pacto con Podemos.

El propio portavoz de Ciudadanos en el Congreso, Juan Carlos Girauta, lo ha puesto claramente de manifiesto este miércoles al afirmar que Rajoy ha sido "negligente" y que "no puede abanderar la lucha contra la corrupción", tanto como al señalar que eso no significa que el PP sea "un partido apestado".

Ciertamente, en el PP hay "muchísima gente formada y honrada", pero la gravísima renuencia del presidente del gobierno a la hora de asumir responsabilidades y afrontar con celeridad y firmeza los problemas que se le han venido presentando no le permiten abanderar la lucha contra nada, corrupción incluida.

Fue Mariano Rajoy el máximo responsable de que su entonces ministro de Justicia, Alberto Ruiz Gallardón, aparcara su promesa de restablecer una autentica división de poderes, reforma irrenunciable para regenerar la vida política. Fue Rajoy el máximo responsable de que muchos alcaldes y concejales de su partido se mantuvieran en sus cargos pese a que recayeran sobre ellos fundadas sospechas, cuando no imputaciones, de corrupción. Rajoy se ha preocupado más en no ser fotografiado con los garbanzos negros que en obligarles a dejar su cargo. Rajoy, en denifitiva, ha dado más muestras de fortaleza para sostenella y no enmendalla que para atajar radicalmente la corrupción.

Las recientes detenciones de altos cargos del PP en Valencia no hacen más que poner de nuevo en el foco la innegable responsabilidad in vigilando del presidente. Así, de la misma forma que Rajoy, como presidente nacional del PP, podía legítimamente en 2007 hacer suyos los éxitos del presidente de su partido en Valencia, también debería verse compelido ahora por los presuntos mangoneos y corruptelas que han llevado a Alfonso Rus a ser detenido. La estructura piramidal del partido opera en ambos sentidos, tanto para lo bueno como para lo malo.

Argüir, finalmente, que Rajoy no es una persona corrupta resulta tan irrelevante para lo que importa como afirmar que el supuestamente honrado pero infausto presidente del Gobierno tampoco es amigo del endeudamiento público o del secesionismo catalán. El hecho es que Rajoy tampoco es un ejemplo a la hora de erradicar estos males, que bajo su Gobierno se han agravado enormemente.

El empecinamiento del presidente del Gobierno en seguir siéndolo está resultando un obstáculo no sólo para la gobernabilidad del país, también para el PP. Y será el PP el que tendrá que decidir si suelta lastre o sigue cayendo con él.

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