Más que un intento cabal y realista de recabar apoyos parlamentarios para ser investido presidente del Gobierno en los próximos días, el discurso mitinero y escorado a la izquierda que Pedro Sánchez ha pronunciado este martes en el Congreso parecería destinado a su postulación como candidato del PSOE ante las casi seguras elecciones que se celebrarán el próximo mes de junio. El grado de sectarismo, rechazo y desprecio que el candidato socialista ha mostrado hacia Rajoy y el PP –único partido cuya abstención le permitiría ahora alcanzar la Presidencia, hiciera lo que hiciera el resto– no lo podría haber superado ni siquiera Pablo Iglesias. A pesar de invocar la necesidad de cierto "mestizaje ideológico", de apelar al "diálogo" y a la "negociación", lo cierto es que Sánchez ha excluido de todo ello al PP y lo ha tratado como un partido de apestados con el que nada se puede ni debe negociar.
Es cierto que Rajoy no ha estado dispuesto en ningún momento y de "ninguna de las maneras" a negociar la formación de ningún Gobierno que no le tuviera e él como presidente. Pero la cerrazón del PP no hace buena la de un PSOE que desde la misma noche electoral también anunció que votaría en contra de la investidura de cualquier candidato del Partido Popular. Esa cerrazón socialista es más criticable aún ahora, cuando es Sánchez quien se presenta a la investidura después de haber llegado a un acuerdo con un partido que se sitúa a su derecha, como Ciudadanos; acuerdo que ha sido visto con buenos ojos hasta por ministros del PP y que podría haber dado pie a una alianza como en la que muchos países de Europa se dan entre las más grandes y centradas formaciones de derecha y de izquierda.
Algunos dirán que la única abstención que el candidato socialista buscaba con su maniqueo y sectario discurso anti PP, en el que a Sánchez sólo le ha faltado volver a llamar a Rajoy "indecente", era la de los partidos ubicados a su izquierda. Pero la improbable abstención de Podemos y de Izquierda Unida no compensaría, en cualquier caso, el voto en contra del PP, salvo que se sume la abstención de partidos separatistas, lo que haría volar el acuerdo del PSOE con Ciudadanos y crearía tensiones internas en el propio PSOE.
Así las cosas, lo único que explica el electoralista discurso anti PP de Sánchez y su apelación al voto útil de la izquierda es que no se ha dirigido tanto a los representantes que asumieron sus responsabilidades tras las elecciones del 20 de diciembre sino a los ciudadanos que muy probablemente serán convocados a las urnas a finales de junio. La suya ha sido una apelación al voto útil de la izquierda, pero dirigida a los electores, no a sus actuales representantes en el Congreso.
Por reiteradas veces que haya aludido a lo que puede empezar "la semana que viene", el candidato socialista parece que piensa más bien en las próximas elecciones.

