Tenía ya pensado mi soneto
de exaltación vibrante en la victoria.
Y no ha podido ser, porque la historia
el sábado en Milán nos puso el veto.
Perdimos. Ya lo saben. El careto
se nos quedó de chasco, y no de gloria.
Del lado merengón quedó la euforia.
Euforia que es normal. Y que respeto.
El fútbol, con su júbilo y su pena,
es mágico, es humano y es poético:
enciende al corazón y lo refrena.
Y así, con este ánimo antitético,
al vencedor le doy la enhorabuena
y grito con los míos: ¡Aúpa Atlético!