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Federico Jiménez Losantos

2017 puede hacer bueno a 2016

Este año se cumple el centenario de la revolución soviética. Eso sí que es un motivo de luto universal, no el Brexit, Trump o Carrie Fisher.

Este año se cumple el centenario de la revolución soviética. Eso sí que es un motivo de luto universal, no el Brexit, Trump o Carrie Fisher.

Como dice La Varsoviana, aquella antigua Marcha de los Zuavos que en español, como himno de la CNT-FAI, se llamó ¡A las barricadas!, "negras tormentas agitan los aires, nubes oscuras nos impiden ver". Pero aunque el difunto 2016 se haya ido al cementerio de los años con malísima fama, fruto de los muchos famosos cuyos funerales ofició, este 2017 recién nacido ni se abstendrá de pasaportar estrellas hace tiempo apagadas ni de asustar a una opinión pública acostumbrada a hacer himalayas de granos de arena. Este año se cumple el centenario de la Revolución Soviética. Eso sí que es un motivo de luto universal, no el Brexit, Trump o Carrie Fisher.

Y si populismo es la palabra del 2016 según el Fundación del Español Urgente del BBVA, más vale que vayamos preparando sinónimos para el 2017, porque sobrarán ocasiones de uso: Francia, Holanda, Alemania y probablemente Italia, que son casi la mitad del PIB de la Unión Europea, tienen elecciones, con serias posibilidades de triunfo de los partidarios de la ruptura de la Unión. Y por una razón que nunca se tiene en cuenta los supuestos partidarios de la UE se niegan a reconocer los que buena parte de los europeos perciben como peligros intolerables: los inmigrantes ilegales y el Islam.

El peor populismo es el buenismo

Si grave es el populismo como solución inmediatista y demagógica a problemas complejos, peor es el desprecio despótico de la casta mediática y política a la inquietud popular sobre estos dos fenómenos, que no son fruto de la globalización, como se dice, sino de la inseguridad física y real para mucha gente que no vive en buenos barrios o en urbanizaciones protegidas, y de la indudable amenaza social y cultural que supone eso que la dictadura de lo políticamente correcto llama "religión de paz y amor", o sea, el Islam.

Algunos se quejan de que pese a la abrumadora mayoría mediática que a diario niega la evidencia, una parte creciente, tal vez mayoritaria, de la opinión pública norteamericana y europea vea íntimamente conectados el auge del terrorismo islámico y la llegada al centro de Europa de millones de refugiados musulmanes acarreados sin control alguno por Merkel y los peores populistas, los buenistas, asistidos en la justificación de la violencia islamista por la mayoritaria prensa progre y el coro vaticano del Papacisco.

Lo trágico de la situación europea en 2017 no es que los máximos responsables políticos y sus agentes mediáticos –o viceversa- hagan algo equivocado con respecto a la amenaza islamista, distinta pero inseparable de la de la inmigración ilegal, sino que quieran convencernos de que no hay nada que hacer. Peor: que criticar al Islam o a la inmigración incontrolada en Europa es algo moralmente repugnante, antidemocrático y liberticida.

Lo malo, nos dicen, no es que Merkel, sin avisar siquiera a Hungría, metiera de golpe a dos millones de refugiados en la UE para disputarle el Nobel de la Paz a la Narcolombia de Santos y las FARC. Lo malo, de creer a la aplastante mayoría de los medios apesebrados en el poder político y a los políticos recíprocamente apoyados en esos medios a los que apesebran, es que un político alemán de extrema derecha diga que los muertos del último atentado islamista "son de Merkel". O que el Presidente de Hungría se niegue a aceptar la cuota de refugimerkels que le adjudiquen y recurra a un plebiscito para respaldar su posición ante los países de la UE.

Malo es siempre, en mi opinión, el plebiscito, que en el fondo es la negación de la democracia parlamentaria, pero no será peor el criticadísimo de Hungría que el apoyadísimo de Santos y las FARC, hasta que perdieron. Luego han hecho un sucio apaño para que el derrotado Santos no dimitiera y el mayor cártel de cocaína del mundo –las FARC- pueda seguir trincando millones y triscando por las verdes praderas de la comunidad internacional.

Ningún medio -en España, sobre todo, PRISA- de los que aplaudían que se celebrase en Colombia un referéndum para demostrar que el Pueblo, con mayúsculas -no reaccionarios como Uribe o Pastrana que, por suerte, ya no representan a nadie- para respaldar el acuerdo de Santos y las FARC critica ahora que Santos se niegue a consultar de nuevo al pueblo, aunque sea con minúsculas, sobre el nuevo arreglo con la narcoguerrilla comunista, responsable de 40.000 muertos. La hipocresía progre no tiene límites. Y menos, narcolímites.

No hay año malo con un Castro menos

También me parece injusto que 2016 sea sepultado entre improperios cuando ha enterrado nada menos que al infame Tiranosaurio de La Habana. Cincuenta y seis años han fracasado en eliminar de la faz de la Tierra al más abyecto –por popular- de los dictadores comunistas. La despedida, eso sí, fue tan repugnante como esclarecedora de la situación moral del mundo, que oscila entre lo penoso y lo putrefacto. Su embalsamador y legitimador, el arrogante y siniestro Obama, también se está yendo de donde más daño hacía, la Casa Blanca, dejando un rastro de pequeñas fechorías –Israel, el numerito contra Putin- en línea con sus grandes infamias: las primaveras árabes, Irak, el Irán nuclear, Cuba y la Narcolombia de Santos y las FARC. Su única diferencia con Carter es que éste era un inútil pero sólo duró una legislatura. Y Carter trajo, de rebote, a Reagan. Obama nos deja a Trump.

Naturalmente, yo no sé lo que pasará con Trump en la Casa Blanca. Probablemente, él tampoco. Pero barrunto que alguien capaz de nombrar Secretario de Estado a un señor condecorado por Putin tiene la intención de subastar la OTAN y subarrendar la seguridad de Oriente Medio a Rusia, que a diferencia de la UE y el Congreso de los USA parece que sabe tratar a los islamistas. Eso supondrá un realineamiento de las alianzas en la zona del Gran Juego de entreguerras, con Turquía pasando de frontera a huerto de Moscú y Siria como modelo a la chechena de combatir al islamismo. Berlín y París han jugado a Moscú. Van a tener a Moscú hasta en la sopa. Y uno de estos años, me sorprendería que fuera 2017, tal vez Europa vea que si no se defiende del Islam y la ruina demográfica, nadie la defenderá.

España, más de la misma nada

El panorama internacional para España es peor en 2017 que en 2016, porque para un país débil lo peor es la incertidumbre, y salvo Bélgica y un par de repúblicas ex-soviéticas, no hay en la UE un país más débil que el nuestro. Pero lo que se anuncia en el horizonte nacional es una continuidad en la lenta demolición de las instituciones básicas del Estado, tarea en la que molicie y diligencia se unen milagrosamente bajo un nombre: Rajoy. Nadie más dispuesto a hacer menos. Nadie menos dispuesto a hacer más. Pero ese escombro ideológico va seguir siendo, salvo que algún cometa lo lleve a sestear a Marte, el rascacielos político de una España huérfana de ideas políticas y ayuna de valores, la cabeza hueca de un Gobierno que se sostiene en la incompetencia de sus adversarios y en el pánico que suscitan sus enemigos. Habrá referéndum catalán. O no. Habrá masacre fiscal. O sí.

En cuanto a los deseos para el año que viene en Libertad Digital y esRadio, los dejo para la semana que viene, o sea, en manos de los Reyes Magos.

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