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EDITORIAL

De la regeneración al circo

Las comisiones de investigación son auténticas farsas que hacen un daño tremendo a la auténtica y necesaria regeneración democrática.

La comisión de investigación del Congreso de los Diputados sobre la financiación del PP arrancó este lunes con la comparecencia del extesorero popular Luis Bárcenas, acusado de corrupción y de diversos delitos contra la Hacienda Pública en el marco de las investigaciones del caso Gürtel y los llamados Papeles de Bárcenas.

Como era de esperar, el antiguo responsable de las finanzas del PP se ha negado a responder a las preguntas de los miembros de la comisión, escudándose precisamente en su condición de imputado en sendos casos pendientes de sentencia en los tribunales de justicia. Sin embargo, esta circunstancia procesal no ha sido obstáculo para que la presencia en el Congreso de Bárcenas haya sido utilizada por unos y otros para ofrecer un espectáculo bochornoso que nada tiene que ver con el sincero afán de regeneración que todos proclaman.

Como era igualmente de esperar, no se ha avanzado un milímetro en el esclarecimiento de la cuestión. No otra cosa podía –ni debía– esperarse, puesto que en un Estado de Derecho los delitos son objeto de investigación por la Policía y después juzgados por los tribunales, sin que las Cortes Generales puedan erigirse en una instancia judicial intermedia con capacidad sentenciadora.

Una vez más queda de manifiesto que las comisiones de investigación son un montaje organizado por la oposición cuando el partido gobernante pierde la mayoría parlamentaria y, en consecuencia, su capacidad de bloqueo. En estas circunstancias, los parlamentos se convierten en circos mediáticos en los que los distintos partidos compiten no por arrojar más luz sobre los casos objeto supuestamente de estudio, sino por obtener rédito político dañando al adversario.

Este tipo de circos, lejos de ser positivos, son muy dañinos, pues no sólo no tienen siquiera la pretendida finalidad que las hace posibles, sino que acaban arrojando sombra sobre cualquier medida verdaderamente regeneracionista y abonando el terreno a los liberticidas que, en lugar de reformarlo, pretenden dinamitar el sistema, al que presentan como una gran farsa.

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