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Cristina Losada

Thriller y ‘triler’

Los del PSOE dicen que aún están a tiempo de bajar un poquitito del monte y evitar la aplicación del 155. En realidad, aún están a tiempo de salir al balcón para proclamar la republiqueta.

Los del PSOE dicen que aún están a tiempo de bajar un poquitito del monte y evitar la aplicación del 155. En realidad, aún están a tiempo de salir al balcón para proclamar la republiqueta.
EFE

Poco a poco han ido cayendo muchas suposiciones que se habían dado por ciertas durante la larga pesadilla del procés. Una de las últimas que ha caído es la que afirmaba la existencia de una hoja de ruta perfectamente trazada y aquilatada al milímetro en manos de los golpistas. La hubo sobre el papel, que todo lo aguanta, y en parte en los hechos, aunque los plazos de ejecución fueran cambiando. Pero si la hubo, no la hay. De la confusión del 10 de octubre, cuando aquella declaración de suspendencia que causó perplejidad, decepción y pitorreo, hemos pasado al caos del día 26. Un caos sustanciado finalmente, aunque hablar de finales aquí es prematuro, en otra escena para el teatro del absurdo: la no convocatoria de elecciones autonómicas.

Los que veían con horror la aplicación del artículo 155, los que equiparaban la DUI (Declaración Unilateral de Independencia) con el 155, tal y como si fuera lo mismo un golpe de Estado que un instrumento constitucional para pararlo, tendrán que reconocer –ya sé que no lo harán– que el anuncio de su aplicación sembró la división en el estado mayor del golpismo. Durante varias horas, sus servicios auxiliares pidieron al Gobierno que no se dejara llevar por la tentación de "humillarlos", si éstos tenían a bien convocar elecciones. Y el PSOE, en particular, aunque no sólo él, abrió la puerta a esa salida. Pero las maniobras orquestales en la oscuridad no alumbraron otra cosa que lo habitual: un nuevo intento de salirse con la suya. En resumen, convocar sí, pero a cambio de una retirada del Estado en todo. Retirada de la aplicación del 155 y de las medidas cautelares que la juez Lamela adoptó para los Jordis, por lo menos.

La intervención de Puigdemont anunciando que iba a anunciar pero no anunciaba las elecciones fue otra demostración del universo paralelo en el que viven los dirigentes separatistas. Dijo que estaba dispuesto a convocarlas siempre que se dieran unas "garantías para celebrarlas con normalidad", y que el 155 era "una aplicación fuera de la ley". Esto, alguien que convocó un referéndum ilegal, sin garantías de ningún tipo. Esto, quien se ha situado fuera de la ley y de la legitimidad democrática por completo. Pero todo ello es consustancial al procés, que se ha desarrollado en un universo paralelo envuelto en la maraña de una legalidad paralela.

Las tensiones, las broncas y las amenazas entre los integrantes del todavía Govern serán cosa de ver, si se publican algún día. Pero, más allá de esas disensiones, resulta que son prisioneros de lo que han puesto en marcha. La dinámica revolucionaria es implacable: imposibilita cualquier retroceso y cualquier cosa que parezca un retroceso. Los más radicales ganan siempre. Y esto es particularmente así cuando los protagonistas creen que no tienen nada que perder. Los dirigentes del asunto, prácticamente todos, cumplen esa condición. Los del PSOE dicen que aún están a tiempo de bajar un poquitito del monte y evitar la aplicación del 155. En realidad, aún están a tiempo de salir al balcón para proclamar la republiqueta sin suspensiones y sin paliativos. Sospecho que se reservan ese postrer gesto para el instante en que la autonomía sea intervenida. Pero tengamos en cuenta que esta película no es tanto un thriller como un triler. Porque lo fanático no quita lo trilero.

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