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José María Albert de Paco

Convergència rediviva

Cuando ya parecía que la vieja Convergència iba camino del desván de la historia, el candidato Miquel Iceta pretende hacerla revivir en la piel del PSC.

Cuando ya parecía que la vieja Convergència iba camino del desván de la historia, el candidato Miquel Iceta pretende hacerla revivir en la piel del PSC.
Miquel Iceta | EFE

Cuando ya parecía que la vieja Convergència iba camino del desván de la historia, el candidato Miquel Iceta pretende hacerla revivir en la piel del PSC. Al menos, en su versión menos maligna, la del partido patchwork sin apenas estridencias ni aristas ideológicas, pretendidamente vertebrador de la política catalana y que se muestra tan remiso al incendio como presto a su conato. En suma, lo que Jordi Pujol llamó, en una de sus metáforas más invocadas, el "pal de paller de Catalunya", esto es, el aglutinante hegemónico que condicionó la praxis del resto de los partidos, perpetuando un simulacro de unanimidad que facilitó, y aun favoreció, el señalamiento del discrepante.

En su asalto al poder, Pasqual Maragall no fue del todo ajeno a esa formulación. A su vuelta de Roma, e imbuido de la corriente teórica que propugnaba la sustitución de los partidos clásicos por plataformas electorales de corte estadounidense, promovió Ciutadans pel Canvi, una asociación llamada a ser el embrión de la vasta red de complicidades que había de barrer al pujolismo. En cualquier caso, la convicción de Maragall de que la política debía ser un ejercicio que involucrara al común de los ciudadanos fue inseparable de su certeza de que el PSC, sólo el PSC, jamás sería suficiente para derrotar a los herederos del clan Pujol. Para ello hacía falta, además, una trama de intereses que fuera más allá de las cuitas y miserias del aparato. Irónicamente, acabó siendo el aparato el que redimió a Maragall de su incapacidad para articular ese gran movimiento opositor. Y entre los redentores destacó Miquel Iceta, artífice del primer Tripartito. Poco después de que diera comienzo el segundo, Artur Mas formalizó la llamada Casa Gran del Catalanisme, en lo que suponía la ampliación del campo de batalla por parte de CDC.

Con el nacionalismo fetén en desbandada, la Convergència de Iceta ha absorbido a Unió y ha reverdecido la retórica de la Convergència nuclear, empezando, por cierto, por el rechazo del independentismo, que fue señero en tiempos de Pujol y el primer Mas, y siguiendo por el desprecio a Ciudadanos y el ninguneo al PP, rasgo inequívoco de todo catalanista que se precie. Iceta, eso sí, no es un sectario sobrevenido: le avala su intervención en el Comité Federal del PSOE de marzo de 2016, aquella en la que dijo que "Ciudadanos, en Cataluña, se entiende como un partido antinacionalista y anticatalanista". Una apreciación que conviene seguir recordando, máxime por su carácter fundacional. Fue la primera vez en que Cataluña se expresó a través de Iceta.

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