Y como que en Italia las cosas se estaban poniendo que ni te cuento, va Sánchez y me pregunta: "Doctor, ¿cómo lo ves?". El presi y yo nos tuteamos, sí, con toda naturalidad, la nuestra es una relación entre iguales… ¡de doctor a doctor! Yo llevaba días lanzando advertencias; qué digo "días", diez años llevo ya perfilando escenarios, que los tenía todos salvo éste. Bueno, pues va Sánchez y nos suelta que paraliza el país, y yo me lo quedo mirando y pienso: "¡Ole tus huevos, valiente!". Y no era para menos, porque cuando yo se lo medio sugerí noté como si me pusieran trescientos kilos de piedras en esta espaldica mía… Que no te vayas a creer, que aquí donde me ves he jugado al rugby… Si es que a mí todo se me da bien: la escalada, el rock and roll, la epidemiología, el motorismo… ¿Tú has visto la moto que tengo? Pues la pillé por mil euros que estaba para el desguace… Total, que me pongo una mañana con mi llave inglesa, aprieto una tuerca por aquí, le pongo un manguito por allá… y ahí la tienes, ¿mola o no mola? Y zumba, ¿eh?, que tenía al Illa acojonao perdido, y a ver, no me extraña, porque si a mí, que soy un hombre que desconoce los límites, me llega a pasar algo en aquel momento, igual ahora España ya no existe. Pues esa moto la apañé yo mismito. Y es que me gusta arreglar lo que no está roto… ¡Espera!: "Arreglar lo que no está roto". Qué pedazo de paradoja. Si es que es estarme quieto y empezar a brotarme pensamientos que ni Daniel Innerarity, ni Miguel Ángel Revilla ni nadie... Disculpa, que me reclaman en el despacho de al lado. Óyeme, ¡ni se te ocurra fisgar en este dossier, que es donde tengo cifrado el futuro de la humanidad! Ya te he dicho que yo trabajo a años vista, con las luces largas, que mis informes no son para la política ni para el periodismo sino para la posteridad. Pues aquí lo dejo, para que veas que me fío de ti y que creo en la bondad del género humano; si es que, modestamente, soy la polla. (…) ¿De qué estábamos hablando? Ah, sí. Mírame fijamente: ¿no ves toda la puta ciencia reflejada en mis ojos? Pues ya estaría todo dicho. Pon también que tengo una psicología del copón porque mi padre era psiquiatra y que llevo la camisa sin planchar porque me sale de la almendra; bueno, por eso y porque (apunta esto, apunta, que tus lectoras van a flipar), porque la plancha pasó a ser un elemento de apariencia y dominación. ¿De quién depende la plancha? De la mujer, ¿no? ¡Pues entonces! Mal me está decirlo, pero en el futuro todos los hombres dirán cosas como ésta. Y ojo, que aquí donde me ves, que si camisetas con mi cara y tal… cada vez que pienso en esos 28.000 muertos… 28.000, nada menos… que se dice pronto, pero a poco que te paras a contarlos… 28.000… Y entonces me digo que no, que no lo acepto. Pero ni por ésas. Por mucho que lo niegue ahí están: 28.000. Ni uno más.
José María Albert de Paco
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El presi y yo nos tuteamos, sí, con toda naturalidad, la nuestra es una relación entre iguales… ¡de doctor a doctor!
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