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EDITORIAL

Los sindicatos de casta vuelven a quedar en evidencia

UGT y CCOO tratan desesperadamente de seguir viviendo a costa de los trabajadores a los que dicen defender, cuando por desgracia lo cierto suele ser lo opuesto.

Como cada Primero de Mayo, los liberados sindicales (liberados de trabajar, se entiende) de los sindicatos dizque mayoritarios pero que engloban a una ínfima minoría de trabajadores han salido a las calles de las principales ciudades del país para cumplir con un ritual cada vez más grotesco, con sus pancartas oportunistas y unas consignas de auténtica vergüenza ajena.

Los capos de UGT y CCOO no han dejado pasar la ocasión de hozar en el populismo más aberrante y han hecho suyas las proclamas más demenciales del feminismo y la izquierda más ignorante y liberticida a cuenta de la sentencia contra La Manada. Increíble e indignantemente, sobre eso giró buena parte de la retórica evacuada en esta nueva edición del Día Internacional del Trabajo, vuelto a protagonizar por personajes que no sólo no han trabajado en su vida sino que son enemigos formidables de la creación de empleo y el desarrollo económico, con su recetario trasnochadísimo basado en el despojo del contribuyente y las empresas y un intervencionismo especialmente insensato.

Lo cierto es que UGT y CCOO, opaquísimos emporios esquilmadores del dinero público y protagonistas de algunos de los mayores escándalos de corrupción de la España democrática, ya ni siquiera provocan indignación entre la ciudadanía a la que parasitan. Sus manifestaciones desangeladas son ya únicamente el patético espectáculo anacrónico de unos entes que tratan desesperadamente de seguir viviendo a costa de los trabajadores a los que dicen defender, cuando por desgracia lo cierto suele ser lo opuesto.

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