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Malos tiempos para el humor y la libertad de expresión

El derecho a criticar forma parte inseparable de la libertad de expresión. Pero eso no legitima moralmente a nadie para formar parte de una turba silenciadora.

Hace un par de semanas, el exalcalde de Londres y excanciller británico Boris Johnson escribió un artículo en el que, ante la prohibición danesa del burka y el nikab, defendía la libertad de las musulmanas de ir vestidas como quieran por la calle. Pero lo hacía por defender un derecho, no porque le pareciera bien el burka, y lo recalcó afirmando que le parecía "absolutamente ridículo que las personas elijan ir por ahí como buzones de correos". Ha sido el escándalo del mes en su país, racista y misógino, lo más suave que se le ha llamado. Aunque ha recabado algunos apoyos notables en el mundo de la comedia, la incompetente Theresa May ha logrado montar una investigación para ver si Johnson atentó contra el código de conducta de su partido, el conservador; es decir, ha montado una caza de brujas en toda regla.

Este mismo lunes, Rober Bodegas, uno de los componentes del dúo humorístico Pantomima Full ha pedido perdón por un monólogo emitido en televisión... hace cuatro años, en el que hacía chistes sobre los gitanos. La broma le ha costado "más de cuatrocientas amenazas de muerte (...) por personas ofendidas, así como la organización de batidas para buscarme y servir venganza", ha asegurado. Sinaí Giménez, presidente de una Sociedad Gitana Española que se presenta como el "Obama gallego", ha presentado una denuncia por un delito de odio contra Bodegas, quien tuvo la ocurrencia de hablar en tono de humor de la venta de drogas y de los matrimonios gitanos en los que las novias son chicas de 13 años. Pues bien, resulta que Giménez ha estado en la cárcel y que sus padres se casaron cuando tenían 18 y 13 años, respectivamente. Qué realidad más pantomimesca.

La cuestión no es si los chistes de Rober Bodegas son o no graciosos, o si hay quien se pueda sentir ofendido por ellos. Todo el mundo es libre de reírse de lo que quiera, y de ofenderse cuando así lo considere oportuno. O así debería ser, aunque lo tremendo es que la tiranía de lo políticamente correcto impone límites cada vez más estrechos. Pantomima Full se ha especializado en burlarse de todo tipo de grupos sociales, desde los turistas hasta los fans de las series, explotando esteoreotipos de lo más diverso. Pero esta vez ha sucumbido a la correcta inquisición, que dicta de qué puede la gente reírse y de qué no, qué puede ser objeto de escarnio y qué no.

Hace una década, la tecnología parecía haber traído una edad de oro para la libertad de expresión. Se podía expresar cualquier cosa y cualquiera, en cualquier parte del mundo, podía ver, escuchar o leer lo que fuera sin ninguna restricción. Pero muchísimo censor no toleraba semejante libertinaje, y se ha pasado de ver en la censura algo propio de regímenes como los de China e Irán a que, mediante leyes contra el odio o legislaciones específicas contra las redes sociales, a verla campar por sus respetos en pleno Occidente.

Diríase que la forma más habitual y peligrosa de censura hoy día es la que se impone el individuo a sí mismo por miedo a las turbas de linchadores que pululan en las redes sociales. Hay que ser de una pasta especial para que no te importe lo que digan de ti cientos o miles de personas, organizadas o no, una pasta de la que Rober Bodegas ha demostrado no estar hecho. Y aunque se sea capaz de resistir lo insoportable, las consecuencias pueden de todos modos resultar nefastas en los ámbitos económico y social. En Estados Unidos, paradójica referencia de tanto neoinquisidor… antiamericano, se están de hecho dando casos demenciales como el del piloto de carreras que ha perdido a un patrocinador... por algo que dijo su padre hace 35 años, cuando él ni siquiera había nacido.

Ciertamente, el derecho a criticar forma parte inseparable de la libertad de expresión. Pero eso no legitima moralmente a nadie para formar parte de una turba silenciadora. Aunque parezca increíble, hay cosas que están mal aunque no estén ni deban estar prohibidas.

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