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Luis Asúa

Tiempos para la épica

Un Gobierno socialista que no da una, la extrema izquierda de baja y un Ciudadanos que no acaba de convencer a una mayoría podrían dar muchas posibilidades a Pablo Casado para llegar a la Moncloa en muy poco tiempo.

Un Gobierno socialista que no da una, la extrema izquierda de baja y un Ciudadanos que no acaba de convencer a una mayoría podrían dar muchas posibilidades a Pablo Casado para llegar a la Moncloa en muy poco tiempo.
Pablo Casado | EFE

Los augurios para el Partido Popular no son buenos. Batacazo en Andalucía, desastre en municipales y autonómicas y triple empate en las nacionales. Algo no encaja.

Pero no sólo las cuentas se contradicen. La suma de Andalucía, Cataluña y País Vasco, más Navarra (donde el PP está en cuarta posición o casi desaparecido), representa casi la mitad del electorado español. Los datos en estas regiones no coinciden con la relevancia que aún dan al PP los mismos agoreros a nivel nacional.

La demoscopia es casi siempre muy conservadora. Los sociólogos cocinan para no equivocarse y no son capaces de anticipar los cambios. Hoy por hoy, lo más arriesgado es decir que el PP gana porque se ha roto la tendencia, muy a la baja, que traía.

Pero es que, además, no creo que sean malos tiempos para la épica. Creo que la gente está harta de tanta tontería, ramplonería y mediocridad. La política de Casado no tiene nada que ver con el derrotismo presente o pasado. Hay otro estilo y hay otro aire. Además, Casado ha superado en buena lid al rajoyismo en unas primarias –¡qué primarias!– en las que las reglas no beneficiaban en nada al outsider. Ha arrumbado el pasado en un tiempo récord y ha visto cómo desaparecían de la escena política sus principales rivales de forma casi inmediata. Casado tiene una buena dosis de baraka. Factor, por cierto, clave en cualquier aventura política.

A Casado se le acusa de hiperactividad y de falta de contenido. Estos meses los ha utilizado para detener la hemorragia de votantes y consolidar su liderazgo interno, que por ahora es inapelable.

En unos meses habrá convención nacional, y de ahí saldrá un partido con un ideario fuertemente liberal, con alguna nota conservadora y democristiana (nada de socialdemocracia) pero adaptado a los tiempos modernos. Casado tiene un bagaje intelectual suficiente para calzarse un ideario él solito, pero eso es propio de otras formaciones, como Ciudadanos o Podemos. No está en la tradición del PP, ni tampoco es sano para la política española, elaborar programas de forma personal. Ahí sí que se jugaría el liderazgo. No olvidemos que el desastre de Rajoy empieza con el famoso discurso de Elche, cuando excluyó a los liberales del PP.

Hay viento fresco en lo que podríamos denominar "la alegre muchachada" del PP. Y no es peyorativo. Hay que admitir que viene una nueva generación, y eso es muy bueno. Una alegre muchachada que no desprecia lo anterior, incluso se apoya en ello, pero que no rehúye el protagonismo. Y creo que va a gustar. Y se verá en Andalucía, donde el resultado será bueno.

Habrá algún traspié, como el reciente enjuague en el Consejo General del Poder Judicial, pero hay que ser pacientes. Algo tiene ese arcano que todo el que lo toca y al que toca ha de tragarse un buen sapo. Recordemos cuando Gallardón afirmaba que era una obscenidad que los políticos nombraran jueces, para desdecirse al poco.

Pedro Sánchez seguirá enredado con sus tonterías, como la de los huesos de Franco. Por cierto, a quien firma esta columna le tocó presidir la funeraria de Madrid hace ya algunos años. Por entonces se decía –y hablo de voces muy autorizadas de la empresa– que Franco pidió que su cuerpo, una vez realizado el entierro oficial, se arrojara a la tumba común que ocupa gran parte de la basílica, porque quería descansar con sus compañeros de armas. Es una historia que ha dado algunas vueltas y cuya veracidad sería interesante conocer. El ridículo puede ser histórico.

Por tanto: un Gobierno socialista que no da una, la extrema izquierda de baja –y de la que nos habremos vacunado, espero, sin grandes daños– y un partido Ciudadanos que no acaba de llegar a convencer a una mayoría podrían dar muchas posibilidades a Pablo Casado para llegar a la Moncloa en muy poco tiempo.

Hago política ficción. Entonces sería el momento de refundar el centroderecha jubilando a Rivera y dejando a Inés Arrimadas de voz (y sigla) única en Cataluña, y con un futuro inmenso en España. Lo contrario, la bancarrota del PP y su desaparición, nos llevaría a una derecha con Vox, que sería una especie de nueva AP neoliberal y chovinista, con gente estupenda como Santi Abascal y Ortega Lara que sería muy pronto superada por extremistas, en cuanto los éxitos (siempre relativos) llegasen, y un partido Ciudadanos personalista sin ideología convertido en una castaña postmoderna buenista, muy poco atractiva.

Esperemos que la épica de Casado rinda frutos primero en Andalucía y luego en el resto de España.

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