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Jesús Laínz

De cátedras, chocho-charlas y abortajes

Esa partida final de nuestro agonizante mundo occidental se entablará entre el sentido común y la estupidez.

Esa partida final de nuestro agonizante mundo occidental se entablará entre el sentido común y la estupidez.
Web de la Psico Woman

Quizá como luminoso augurio de que en este 2019 se nos va a echar encima una catarata de diversiones, concluimos el recién fenecido 2018 con una de esas noticias que le alegran a uno el día: la creación de diecisiete nuevas cátedras en cuatro universidades públicas valencianas mediante la subvención de 1,4 milloncejos por parte del Gobierno progre-separatista regional. He aquí las nuevas materias que a partir de ahora enriquecerán la formación académica de los universitarios valencianos. Tómese nota y envídiese: Memoria Democrática; Cultura Territorial Valenciana; Innovación en la Vivienda; Participación Ciudadana y Paisajes Valencianos; Transporte y Sociedad; Cambio Climático; Transparencia y Gestión de Datos; Gobierno Abierto, Participación y Open Data; Responsabilidad Social; Cultura Gitana; Transformación del Modelo Económico; Economía Feminista; Economía del Bien Común; Empresa y Humanismo; Economía Azul; Pelota Valenciana.

Sabroso cóctel de totalitarismo ideológico, licuefacción cerebral y superstición progre. Y excelente radiografía del encefalograma plano de nuestra época. Libere un poco su fantasía, malévolo lector, e intente imaginar en acción a los paridores de dicha sarta de bobadas destinadas a inocular en la enseñanza el programa ideológico de los partidos gobernantes.

Para no salirnos de los Països Catalans, algunos días antes había aparecido en los papeles que el Ayuntamiento social-podemita de Palma de Mallorca había organizado una "chocho-charla" para el "autocoñocimiento" impartida por una tal Psico Woman. Titulada Empoderándonos desde nuestros coños, la chocho-charla persigue el importante objetivo de que "las mujeres se amiguen con su chichi". "El control de nuestro cuerpo y de nuestra vida debe recuperarse de manos de la cultura machista", "Cuando valoramos nuestra vulva nos estamos valorando a nosotras mismas" y "Queremos reaprender a conectarnos con nuestro útero, olvidado y negado por el patriarcado" son algunos de los ejes de la disertación.

Saltando de las bajuras a las alturas, algunos meses atrás un diputado podemita, de cuyo nombre será mejor no acordarse, reclamó la democratización de la Semana Santa con estas inmortales sentencias:

Como todo ritual, la Semana Santa opera simbólicamente para reproducir y consolidar lazos de solidaridad mecánica en el sentido durkheimiano o, por qué no, para recrear la communitas espontánea de Turner. A su valor artístico, cultural e incluso económico se suma el capital social, en el sentido de Putnam, de las redes de sociabilidad y solidaridad que se extienden por todo el tejido social sevillano a través de las cofradías. Siendo así, ¿por qué iba a tener Podemos algo en contra de la Semana Santa?

Charlatanería, farfolla, verborrea y cacareo para ocultar el abismo que se abre detrás. Abismo que a menudo exhala hedores de muerte, como cuando una jóvena portavoza feminista nos dejó, en defensa del aborto, estas palabras no menos inmortales:

Somos transfeministas de clase, de raza, de diversidad funcional. Somos jóvenes, somos viejas, dispersas, somos las otras, las que deseamos, las que amamos, las que follamos, las que no, las que queremos ser madres y las que no. Somos bolleras, somos trans, somos migrantes, somos putas, somos las que somos y las que queremos ser. Así estamos y, por eso, aquí estamos. ¡Al abortajeeeeeeeeeeeeee!

De la extensión de estas plagas –bolchevismo posmoderno, ideología de género, neolengua, corrección política e igualitarismo forzoso– sólo cabe extraer la conclusión de que los enfrentamientos clásicos entre izquierda y derecha, capitalismo y socialismo, conservadurismo y progresismo, democracia y autoritarismo, liberalismo y totalitarismo, ateísmo y creencia, patriotismo e internacionalismo, o cualquier otro que se quiera imaginar, hace mucho tiempo que dejaron de tener sentido. Pues todos esos enfrentamientos, antaño tan fructíferos, acabarán disolviéndose en una partida final a vida o muerte. Y esa partida final de nuestro agonizante mundo occidental se entablará entre el sentido común y la estupidez. Probablemente con tan sencillas palabras se resuma la cuestión sobre la que algún día habrá que decidir, suponiendo que los movimientos de escala planetaria provocados por la superpoblación, el caos africano, la agitación islámica y la autonegación europea no acaben con todo antes de poder tomar la menor decisión.

Recuerden: sentido común contra estupidez, que, aunque no lo parezca, es lo mismo que decir civilización contra salvajismo. Habrá que ver por cuál de los dos bandos se inclinarán las masas, pues, inevitable y lamentablemente, ése será el elemento decisivo. ¿Despertarán o preferirán continuar plácidamente anestesiadas?

De momento, y salvo que las cosas cambien debido a un imprevisible giro cósmico de envergadura similar al que provocó la revolución neolítica, este juntaletras, incorregible pesimista antropológico, sigue inclinándose por lo segundo. Lo que, si bien condenado a acabar mal, al menos seguirá proveyéndonos de bobadas a manos llenas. Disfrutemos mientras podamos.

En España

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