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Cristina Losada

La mano dura de Tezanos

Los barómetros del CIS ya no tienen 'cocina'. Lo repiten los niños del Gobierno. Y las niñas.

Los barómetros del CIS ya no tienen 'cocina'. Lo repiten los niños del Gobierno. Y las niñas.
PSOE

Los barómetros del CIS ya no tienen cocina. Lo repiten los niños del Gobierno. Y las niñas. Quieren significar que la cocina es mala y la no-cocina es buena: lo crudo, por así decir. No pretendo sugerir que están pensando en lo de Levi-Strauss (lo crudo y lo cocido). Ni por asomo. Pero sí quiero decir que la supuesta y proclamada no-cocina del CIS dirigido por José Félix Tezanos sirve de tapadera para realizar una cocina más libre, una que no tiene que enseñar sus procesos. Si alguien pregunta cómo se ha preparado el pastel, la respuesta es la de los niños: aquí no hay cocina, todo está crudito, tal como lo manifiestan los encuestados. Claro. La no-cocina es la cocina del nuevo CIS.

Eso en cuanto a intención de voto. Pero hay más. El enunciado de las preguntas influye en las respuestas. Es de cajón. De ahí, por ejemplo, que en el Reino Unido la pregunta para el referéndum de independencia de Escocia se estudiara muy cuidadosamente y se pidiera al Gobierno escocés que cambiara el enunciado que había presentado. Se eliminó el "¿está usted de acuerdo?" con el que empezaba. Muchos expertos advirtieron que podía inducir al , porque es mayor la inclinación a estar de acuerdo que a rechazar lo que se propone. Por motivos similares, en un caso parecido, en Canadá, la Ley de Claridad estableció como una de las condiciones básicas para un posible referéndum en Quebec la claridad de la pregunta.

El nuevo CIS ha preguntado qué hay que hacer en Cataluña. En dos de las tres preguntas, las opciones de respuesta que ofrece están diseñadas para favorecer una contestación favorable al empeño dialogante del Gobierno Sánchez con el separatismo catalán. Una dice así: "En la actual situación de Cataluña, ¿qué diría usted que es más necesario?". Hay tres opciones: "Una política de diálogo y negociación", "Una política de mano dura" y "Una política que combine el diálogo con el cumplimiento de la ley". ¿Parece inocente la formulación? Nada más lejos.

En primer lugar, que es lugar preferente, van el diálogo y la negociación, algo que suena bien. Luego viene la mano dura, que se deja así, sin precisar, para que no se sepa lo que es pero evoque ideas de castigo, represalias, represión y cosas como mandar los tanques, con las que siempre da la murga la propaganda separatistas. Por si el entrevistado no está del todo convencido de la bondad de dialogar y negociar de forma incondicional, pero tampoco quiere hacer sangre, ahí va la tres. O sea: dialogar, pero cumpliendo la ley. De donde se deduce que en la primera opción ese pequeño detalle no estaba incluido. Pero había que estar muy atento para pillarlo.

Con estas trampitas, lo que ha pasado era predecible. La opción más elegida es la tercera (36,9 %), después la primera (34,8%) y en último lugar, como estaba escrito, cantado y preparado, la dura segunda (21,7%). Resultado global: un 71,7% de los españoles, a favor del diálogo del Gobierno con los separatistas, que es exactamente lo que quería el nuevo CIS cuando cocinó la pregunta. Para redondear la jugada, en la pregunta previa, sobre el sentido en que influirá la situación catalana en el voto del encuestado, la mano dura se reformula de esta forma: "Votando a partidos que plantean opciones más radicales y duras". Difícil decidir qué tiene más sesgo negativo, si la mano dura o los duros radicales. Con estos enunciados, lo raro es que no sea aún más amplia la mayoría que dice que va a votar a partidos que plantean "opciones de diálogo y negociación".

¿Mano dura? Pero qué diablos? Hay que tener cara dura. Para sesgar de tal manera la encuesta y para hacer pasar tal cocina por ausencia de cocina. Claro que después llegan las sorpresas, como en Andalucía. Eso sí, el daño a la credibilidad del CIS ya está hecho.

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