Se esté de acuerdo o no con sus posiciones, sacar ciertos asuntos de la más completa oscuridad al debate público ha sido una de las principales virtudes de Vox. No, claro está, el de la definición de negacionismo del Holocausto, pero sin duda sí el de la ley de violencia de género y el feminismo tóxico, sobre el que muy pocos hoy día hablaríamos sino fuera por ellos. Ahora ha tocado el asunto de las armas y la autodefensa. No sería de extrañar que este debate tabú sí que alienara una parte de su electorado natural, pero al menos ha servido para mostrar la hipocresía de una casta mediática y política que vive en la España de Schrödinger, simultáneamente segura y peligrosísima.
Vaya por delante que yo sí creo que no se puede defender coherentemente el derecho a la vida sin defender el derecho, regulado, a poseer los medios para defenderla. Me convenció en su momento José Carlos Rodríguez con un par de artículos memorables. Pero también que España es un país muy seguro y que ese debate está muy lejos de ser una prioridad. Sobre todo porque sólo se puede ser una ciudadanía armada cuando se es una ciudadanía responsable, y dudo mucho de que a los españoles se nos pueda calificar de esa manera hoy día. Lo que propone Vox en realidad es mucho más modesto, porque su propuesta es que podamos tener armas dentro de casa, no sacarlas a la calle, y que estemos más protegidos frente a la ley si hacemos uso de ella contra unos intrusos que en la actualidad.
Eso sí, ha servido para ver cómo unos medios que llevan meses, incluso años, metiendo miedo a las mujeres, convenciéndolas de lo peligroso que es que caminen solas por la calle, que las van a violar con toda probabilidad, cuando no a matar –"nos están matando" es uno de los gritos de guerra más habituales de feministas incontestablemente vivas–, cambiando la música y la letra para pasar a defender lo seguro que es nuestro país. Es decir, lo mismo que desde el Team Facha llevamos diciendo desde el minuto uno de partido, porque nosotros no tenemos problema en recordar que España es un país con muchas cosas buenas, entre ellas esa.
Es una de esas contradicciones tan habituales entre la progresía patria, como eso de que el género es en realidad un constructo social y no tiene que ver con la biología, pero los transexuales son "mujeres encerrados en el cuerpo de un hombre", o viceversa. Se puede defender que son pocos los casos en que un arma en casa podría haber sido necesaria y al mismo tiempo que es un derecho que debería ser respetado. Se puede defender que somos uno de los mejores países para nacer mujer y al mismo tiempo reclamar que sea aún mejor. Pero no. Hay que exagerar y mentir, aunque perjudiquemos así a quienes decimos defender, haciéndolas vivir con miedo.
Camille Paglia, una de las pocas feministas lúcidas que nos quedan, lleva mucho tiempo protestando contra esa victimización e infantilización de la mujer. En su momento lo que defendía el feminismo es que las autoridades, del tipo que fuera, las dejaran enfrentarse al mundo por sí mismas, sin las restricciones que les imponían por su bien y su propia seguridad, asumiendo así la responsabilidad de asumir las consecuencias porque eso es lo que hacen los adultos. La libertad tiene una cara B, que es la responsabilidad. No puedes tener una sin la otra. Al escuchar a la izquierda actual es inevitable preguntarse si no es acabar con la primera lo que buscan en el fondo. Convertir a las mujeres en personas incapaces de manejarse por sí mismas y completamente dependientes de Papá Estado. Para eso, casi sería mejor volver al pasado: al menos un padre o un marido suelen querer lo mejor para ti. Pero claro, la alternativa, que las mujeres vivan de forma libre, responsable e independiente las haría inevitablemente alejarse de la Izquierda Verdadera. Y eso sí que no se puede permitir.