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Miguel del Pino

Jirafas: un pívot en el ocaso

Las jirafas se encuentran en peligro de extinción y en los últimos treinta años han desaparecido en siete países del continente africano.

Las jirafas se encuentran en peligro de extinción y en los últimos treinta años han desaparecido en siete países del continente africano.
Jirafa. | Pixabay

Hace pocos años habría parecido increíble, pero nuestras generaciones están asistiendo a la desaparición de algunas de las especies animales más populares cuando éramos niños: el, tigre, el elefante, el león de melena negra y ahora la jirafa, según nos advierte la fundación internacional dedicada a la conservación de sus cuatro especies, todas ellas en situación de declive.

El día más largo del año, es decir el 21 de junio cuando tiene lugar el solsticio de verano se ha erigido en "Día mundial de la Jirafa", para advertir del peligro de extinción que afecta a todas las jirafas de África; de hecho en los últimos treinta años han desaparecido en siete países del continente africano donde explotaban los recursos de la sabana y la estepa arbolada y arbustiva.

En la actualidad existen cuatro especies de jirafas, alguna de ellas diversificada en subespecies: la Masai, (Giraffa tippelskirchi), con 35.000 ejemplares vivientes, la del Norte (Giraffa camelopardalis), con sólo 5.600, la Reticulada (Giraffa reticulata) con 15.780 y la del Sur (Giraffa giraffa), con 54.750 efectivos.

Ante estas cifras que arrojan los últimos censos, es fácil suponer que se exagera al hablar de peligro de extinción, pero es que lo preocupante no son los datos poblacionales totales sino la tendencia negativa que todas las especies y subespecies muestran.

Todos los peligros que acechan a las jirafas proceden de la actividad humana, ya que en la naturaleza su gigantismo y sus maravillosas adaptaciones al medio las hacen muy resistentes a la depredación y el hambre; su larguísimo cuello les permite alcanzar un recurso, las hojas, inaccesible para otros rumiantes que no pueden llegar a las alturas de las copas cuando la hierba escasea o desaparece.

La evolución ha hecho que las jirafas paguen generosamente el servicio recibido por parte del arbolado, especialmente de las acacias: realizan una eficaz labor de poda y saneamiento del ramaje y distribuyen las semillas con sus excrementos, de manera que donde hay jirafas prosperan mucho mejor los árboles de la sabana y de la estepa arbustiva.

Las jirafas no han sido los únicos herbívoros que han evolucionado hacia la posesión de cuellos largos para el ramoneo foliar; un curioso antílope llamado "gerenuk" lleva el mismo camino pero por mucho que empine su largo cuello no llega ni mucho menos a la categoría de "pivot de la sabana" que venimos adjudicando a la jirafa. Una curiosidad: ni en este antílope ni en la jirafa varía el número de vértebras cervicales, que son siete como es habitual en los mamíferos.

Una maravilla evolutiva

La jirafa es el gigante entre los rumiantes, y su gran tamaño le confiere casi la invulnerabilidad, salvo ante el ataque combinado de toda una horda de leonas cazadoras, pero su gigantismo requiere algunas adaptaciones fisiológicas muy complejas, que comienzan con la posesión de un enorme corazón capaz de llegar a pesar once kilogramos.

Asegurar el riego del cerebro, tan distante de ese gran motor cardiaco, requiere un intrincado sistema de ramificaciones en el aparato arterial de las carótidas, para que los cambios de presión al agachar o elevar el cuello sean asumibles sin riesgos cerebrales: este tipo de adaptaciones vasculares se denominan en fisiología "redes admirables".

El resto de los miembros de las manadas mixtas que forman los herbívoros de la sabana y la estepa africana se benefician de la altura de la jirafa, una verdadera atalaya que advierte del peligro cuando se aproximan carnívoros recechando entre el pasto, como las leonas: si la jirafa da la alarma es hora de que todos se pongan a salvo…si es que pueden.

Las jirafas son pacíficas, pero sus formidables coces, que propinan en caso de ser atacadas, han dado en tierra con leones muy experimentados. No hay que confundir el comportamiento pacífico con la indefensión, de manera que es mejor respetarlas.

Los enemigos de las jirafas

Algunos de los problemas que afectan actualmente a las jirafas derivan directamente del ataque de los furtivos, aunque la caza no es el principal entre los riesgos ya que es mucho más grave la fragmentación de sus poblaciones debida a la colonización humana, con la consiguiente disminución de la variabilidad genética al aislarse los diferentes grupos reproductores.

El ganado doméstico, cada vez más próximo a las áreas silvestres, está actuando como transmisor de enfermedades a las jirafas y no es éste una peligro despreciable, aunque más preocupante es la frecuencia de conflictos bélicos entre poblaciones humanas, que resultan letales para la fauna salvaje.

Para tratar de frenar el alarmante declive da las jirafas se realizan importantes esfuerzos internacionales, pero no hay que olvidar la labor de conservación que los zoológicos están llevando a cabo en estos momentos; el zoo Acuarium de Madrid alberga cinco ejemplares de la especie del Norte (Giraffa camelopardalis) que se alojan en una gran pradera mixta compartida con otros herbívoros de la gran fauna africana.

Ya entrado el siglo XX se descubrió un pariente próximo de la jirafa que había evolucionado en el interior de la selva del Congo, se le llamó Okapi, y lleva en su nombre científico el de su descubridor en pleno corazón forestal: de Johnston deriva Okapia johnstoni.

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