
Más duro que el cristal y que el diamante.
Más que el titanio. Más, mucho más duro
que la lonsdaleíta o el nitruro.
De mucha más firmeza y más aguante.
Es su dureza más acojonante
que la del cuarzo, el osmio o el carburo.
Más duro que el acero, se lo juro.
Y que el turrón incluso de Alicante.
Más duro que el topacio, que el tungsteno,
que el carbino, el grafito y el grafeno.
Y hasta más que el kevlar o el corindón.
En fin, sin parangón con todo eso,
muchísimo más rígido y más tieso…
es el rostro de Sánchez Castejón.