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José Manuel Puertas

El Real Madrid derrota al Barcelona en la Supercopa Endesa por una cuestión de ritmo e inercia ganadora

Los blancos mostraron mayor conocimiento propio equipo y un nivel más alto de ritmo competitivo, a lomos de sus cinco finalistas mundiales.

Los blancos mostraron mayor conocimiento propio equipo y un nivel más alto de ritmo competitivo, a lomos de sus cinco finalistas mundiales.
Deck (14) trata de desbordar a Mirotic (33) | ACB Photo

No hacía falta demasiado para engancharse al primer Real Madrid-Barcelona de la temporada baloncestística. Un partido que casi se vendía solo, no ya sólo por el mero hecho de que se enfrentara quien lo hacía. El regreso de Nikola Mirotic al Wizink Center en plena ola de efervescencia todavía por el brillante triunfo en la Copa del Mundo de España le ponía todo el picante que podía faltarle al encuentro, si es que era así.

En lo deportivo, la realidad es que el escenario vivido en la final de la Supercopa Endesa entraba dentro de lo previsible. El de Pablo Laso es un equipo mucho más rodado que el azulgrana, donde Svetislav Pesic habrá sacado en claro del primer torneo del curso que tiene mucho trabajo por delante. Son demasiados los cambios en el Barça como para pensar que la que puede ser hombre por hombre la mejor plantilla de Europa pudiera ir como un tiro ya a finales de septiembre. Y efectivamente eso no se produjo. Enfrente, sin embargo, hubo un equipo consolidadísimo, con apenas dos retoques en este verano que, además, rindieron con nota, como Nico Laprovittola y Jordan Mickey. Fue el primer aviso de que este Barcelona capaz de incorporar muchísimo talento tendrá que remar mucho y hacer las cosas muy bien para tumbar la hegemonía merengue a nivel nacional.

Hace una semana, cinco jugadores del Real Madrid jugaban la final de la Copa del Mundo. No es casualidad que todos ellos resultaran fundamentales en la victoria blanca. Llegan con una inercia competitiva más que positiva al inicio del curso, una marcha por encima de los demás, y la duda puede ser cómo aguantaran hasta mediados de junio inmersos en una temporada que nuevamente será agotadora. Pero Campazzo, Laprovittola, Deck, Rudy Fernández y Llull demostraron ir a una velocidad distinta. Mención especial para el momento físico del escolta de Mahón, liberado con la llegada de Laprovittola de la necesidad de jugar de '1' permanentemente, y que en una una jugada a toda pastilla de costa a costa ya en el último cuarto evocó, mientras dejaba atrás a todos los defensores azulgranas, detalles de esa exuberancia física tan suya previa a su lesión que le costó mucho mostrar la temporada pasada.

Mención aparte merece Gabriel Deck, pues lo del MVP de Campazzo empieza a parecer rutina. El alero es un tipo que apenas hace ruido y que a primera vista no impresionaría a nadie, con ese andar tan particular donde parece arrastrar las piernas y esa mirada de no enterarse demasiado de lo que sucede a su alrededor. Empero, Deck, fantástico en la Copa del Mundo y que ya en su estreno blanco dejó buenas cosas la temporada pasada, resultó crucial en el triunfo local. Defiende como un titán, ataca el rebote con ese hambre tan argentina no exenta de una potencia física considerable y se entiende con Campazzo como nadie, tanto en continuaciones hacia el aro como usando la línea de fondo. Pareció un fichaje de clase baja pero empieza a parecer que el Madrid encontró un filón en él al que sólo su inconsistencia en el tiro de larga distancia hace no ser todavía más importante de lo que ya resulta para Laso.

También mostró cosas el Barça. Mirotic, pitado casi desde que entró por la puerta principal del Wizink Center, no eludió la responsabilidad, si bien fue de más a menos en este aspecto con el devenir de los minutos. Delaney es pura calidad, pero de momento su gasolina anda un poco justa, como ya vaticinó Pesic en la previa de la semifinal. Higgins es una garantía, quizá el mejor americano exterior que haya habido en Europa en los últimos años. Al menos el más completo, pues es diferencial a ambos lados de la cancha. Y quien estuvo soberbio fue Brandon Davies, objeto de deseo del Madrid en verano y que dejó claro que va a ser un dolor de cabeza este curso para su antiguo pretendiente. Dominó a Tavares la mayor parte del partido y avisó a Tomic de que lo va a tener muy difícil para ser el referente interior azulgrana, en este baloncesto moderno donde los cincos clásicos están cada día más bajo sospecha.

El título se quedó en Madrid en un golpe de realidad blanca a su enemigo favorito. Que la plantilla catalana es un equipo de ensueño es un hecho indiscutible. Pero a nivel de equipo, los de Pablo Laso van todavía un par de escalones por delante. El enorme ritmo y nivel de confianza de sus cinco finalistas mundiales hizo el resto. Esto no ha hecho más que comenzar y pinta a que en los próximos meses lo vamos a pasar muy bien. Abróchense los cinturones.

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