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José Manuel Puertas

El nuevo Barça y un tiempo que no existe

El novedoso proyecto azulgrana parece requerir de un margen de crecimiento poco asumible con los rigores de la Euroliga que ya empieza

El novedoso proyecto azulgrana parece requerir de un margen de crecimiento poco asumible con los rigores de la Euroliga que ya empieza
EFE

En apenas dos semanas de temporada oficial se han disputado ya dos Clásicos entre Real Madrid y Barça. Y, ciertamente, las sensaciones extraídas en ambos han sido bastante similares. Victoria blanca sin demasiado sufrimiento, la de la Liga Endesa incluso sin dos piezas estructurales para Chus Mateo como Gabriel Deck y Edy Tavares, y la impresión de que el Barça está aún lejísimos del nivel que, de forma inminente, va a empezar a exigirle la competición. Por primera vez en bastante tiempo, como mínimo desde la llegada de Sarunas Jasikevicius al banquillo culé, parece bastante claro que la sartén por el mango en la gran rivalidad del baloncesto español la tienen los de la capital.

La revolución azulgrana este verano ha sido profundísima. En la cancha, referentes del calado de Nikola Mirotic o Cory Higgins ya no están. Tampoco los dos principales ‘anti-Tavares’, Sertac Sanli y Mike Tobey, llamados a complicarle la vida en defensa al caboverdiano con su amenaza desde el triple. En Barcelona han apostado por el producto nacional, a imagen y semejanza de lo que hizo el Madrid una década atrás. Han invertido fuertemente en jugadores como Willy Hernangómez, Darío Brizuela y Joel Parra. Piezas interesantes todas ellas, desde luego, pero que está por ver que puedan ser jugadores que marquen época, con en la casa blanca han sido ‘los Sergios’, Rodríguez y Llull, Felipe Reyes y Rudy Fernández. Especialmente cuando lo que está en juego, se entiende, es mantenerse al máximo nivel en la Euroliga.

Y es que el problema catalán no es perder un partido contra el Real Madrid en la jornada tres de la Liga Endesa. En la competición nacional, los azulgranas sumaran victorias casi por inercia. Sin ir más lejos, el pasado viernes en Palencia estuvieron varias veces en el filo de la navaja, pero acabaron ganando en la prórroga. Seguramente haya más partidos así en la competición doméstica, en la que parece improbable pensar que el Barça, en el peor escenario imaginable, no termine la liga regular entre los tres o cuatro mejores. Pero aquí lo mollar, el quid de la cuestión, está en la Euroliga, que arranca este jueves. Solo en el mes de octubre, los azulgranas tienen este calendario: Efes (campeón en 2021 y 2022) en casa, Olympiakos (vigente subcampeón) y Partizan (a un paso de la Final Four hace unos meses), fuera. Y después, el Bayern de Múnich de Pablo Laso y Serge Ibaka visitando el Palau justo antes de otro nuevo Clásico en el Wizink Center. La hoja de ruta es complejísima, y obligará al Barça a ponerse las pilas cuanto antes, pues la Euroliga un torneo voraz en el que no se espera a nadie. Y desde luego, con el nivel ofrecido hasta ahora en España, parece evidente que a este equipo se le puede atragantar la competición continental.

Este domingo, tras la derrota en Madrid, Roger Grimau, el nuevo inquilino del banquillo culé, pedía paciencia. Confianza en el camino a andar por los azulgranas. En la construcción de un equipo que en nada se debe parecer al que dejó Jasikevicius de forma tan abrupta. Ciertamente, no debería ser de otra manera para alguien que apenas lleva unas semanas en el cargo de forma oficial. Qué menos que cien días de gracia para empezar a medir un proyecto… si no fuera porque en Barça y Madrid, el tiempo no suele existir.

Porque el problema es si un club de la exigencia del catalán está preparado para construir a medio plazo, especialmente si la Euroliga se tuerce. Es muy difícil pensar que ahí no llegarían los nervios, las miradas al palco y el recuerdo a Jasikevicius y Mirotic, en cuyas salidas pesó la cuestión económica sobre la deportiva. Mientras la pelota entre, ya se sabe, todo (o casi) está permitido. Pero si los aros empiezan a escupir balones, la capacidad analítica y la paciencia se suelen perder. Es entonces cuando construir a medio plazo suena bonito como filosofía pero apenas da patente de corso para casi nada en clubes de este calado.

Y el Barça, a apenas tres días del inicio de la Euroliga, tiene mucho por andar: Willy Hernangómez parece sumido en una crisis de confianza notable (6/18 en tiros libres en la Liga Endesa para alguien acostumbrado a moverse por encima del 70% en su carrera como el mejor ejemplo) que le impidió ser factor relevante ante un Madrid sin Tavares. Jabari Parker confirma por momentos el talento que siempre tuvo, pero también que su adaptación a Europa no va a ser nada sencilla, y veremos a partir de ahora cuando su castigado físico tenga que someterse al calendario de la doble competición. Brizuela y Parra quizá hicieron su mejor partido en el Wizink, pero no dejan de ser debutantes en la Euroliga y ese peaje también puede ser difícil de pagar. De ese modo, los referentes en la cancha no son caras nuevas en una plantilla en la que casi todo gira en torno a Laprovittola y Satoransky.

Sí, Grimau tiene mucho por hacer. Pedir un tiempo mínimo es lo justo y necesario ante tamaña reforma de un equipo. Pero la cruel competición, desde ya mismo, le va a poner un nivel de exigencia superior y, seguramente, le va a obligar a que empiecen a llegar los resultados. Así funciona esto, y mas en el Barça.

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