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José Manuel Puertas

Lo de 'los Sergios' no tiene nombre

Ser piezas capitales en un título de Euroliga a los 35 y 36 es algo prácticamente sin parangón.

Ser piezas capitales en un título de Euroliga a los 35 y 36 es algo prácticamente sin parangón.
Sergio Llull (23) levanta la Undécima Euroliga para el Real Madrid | Cordon Press

Por todo lo sucedido en las últimas semanas, el epílogo de la Euroliga 2023, con el agónico título del Real Madrid en Kaunas ante un durísimo Olympiakos que dominó el encuentro casi de cabo a rabo, pasa a estar ya incluido entre los más memorables de la competición continental. Todo lo ocurrido desde la pelea de infausto recuerdo en el segundo partido de la eliminatoria de los blancos ante el Partizan de Belgrado será recordado con los años: habrá quien piense, probablemente no sin razón, que el Madrid salió beneficiado de la trifulca. También quien opine, y estará en lo cierto, que los blancos han firmado un ejercicio de resistencia al alcance de muy pocos, levantando el 0-2 ante los de Obradovic, plantándose en la ‘Final Four’ mermadísimos en el juego interior, especialmente en el puesto de ‘4’, y terminando por alzar el título tras superar sucesivamente a un decepcionante Barça y, acto seguido, al rocoso equipo de El Pireo, que a dos minutos del final parecía tener en la lona a los de Chus Mateo.

Lo sucedido a orillas del Niemen, el río que rodea el islote que supone la curiosa ubicación del colosal Zalgirio Arena, ha vuelto a demostrar que la final a cuatro continental es la competición más imprevisible que existe en el universo baloncesto, pues año tras año se empeña en romper pronósticos. Siendo francos, pocos situaban al Real Madrid en el primer escalafón el viernes pasado, después de una temporada irregular en cuanto a sensaciones y fiabilidad pero que ha acabado alcanzando su punto álgido en el momento en que todos anhelan con hollar tal cima.

En este Real Madrid ha dominado Tavares, imperial en la pintura y oportunamente protegido por la defensa zonal empleada por Mateo en los momentos más críticos del curso, antídoto perfecto para los blancos ante Partizan y Olympiakos, y recurso puntual también frente al Barça. Una inesperada 2-3 de las de toda la vida que, con el caboverdiano como eje ha sido un dolor de muelas que se ha vuelto infranqueable para balcánicos y helenos. No es usual, ni fácil, apostar por tal estrategia defensiva en 2023. Pero lo cierto que el técnico madrileño confió en ella hasta las últimas consecuencias -en la rueda de prensa tras la final reconoció que hubo un momento en que, ante el acierto exterior griego, estuvo cerca de modificar el plan- y tan sorprendente, a priori, idea ha acabado llevándole hasta la Euroliga. Ahí es nada.

La Final Four ha servido también para ratificar la consistencia de nombres como Mario Hezonja o Nigel Williams-Goss, tan irregulares ambos durante el curso como capitales en la resolución, muy especialmente el croata en su nueva versión como ‘4’. Para recordar lo a gusto que se siente Fabien Causeur cuando llega la primavera (dos triples suyos sostuvieron al Real Madrid cuando el partido parecía que se le escapaba), para que un Anthony Randolph muy limitado físicamente haya cumplido sobradamente, pese a sus dificultades evidentes, en el puesto de ‘5’, y para que Eli Ndiaye, el otro recurso sorpresa de la estructura defensiva de Mateo desde la lesión de Gaby Deck, haya demostrado que por qué no puede serle útil al campeón continental, en el que ha sumado tres titularidades consecutivas con el objetivo de desgastar de inicio a referencias ofensivas como Zach Leday (Partizan), Nikola Mirotic (Barça) y Sasha Vezenkov (Olympiakos). Y, especialmente ante los dos primeros, cumpliendo más que sobradamente.

Pero si para algo debe servir esta sorprendente ‘Final Four’ es para rendir culto, una vez más, a tres jugadores españoles de leyenda: Rudy Fernández, Sergio Llull y Sergio Rodríguez. El primero, pese a desatinado en el tiro durante el fin de semana, ha ejercido un papel muy similar al del último Eurobasket: el de indiscutible líder defensivo y el de omnipresente incordio para un rival que sabe que, si el mallorquín está en el campo, difícilmente cogerá un rebote cómodamente o tendrá una línea de pase clara. Lo que hace Rodolfo Fernández Farrés quizá no salga mucho en la tele, pero es de un valor incalculable para un equipo, mucho más de un alto nivel, pues es su sacrificio constante e instinto por el juego el que permitirá posteriormente a los suyos lucir bajo los focos.

Sin embargo, permítame el lector poner el foco principalmente en dos tipos. Porque, que en 2023, ‘los Sergios’ del Madrid sigan siendo factores absolutamente determinantes para ganar toda una Euroliga es algo ante lo que se agotan los calificativos. El canario, Rodríguez, regresó este verano al Real Madrid y, después de tener fases del curso en las que jugó poco, sus dos últimas semanas son descomunales. Si en el quinto partido ante el Partizan ya puso el Wizink Center patas arriba para liderar la remontada blanca en la segunda parte, su ‘Final Four’ ha sido de las de grabar y poner una y otra vez en las escuelas. 12 puntos y 5 asistencias frente al Barça, con 9 tantos casi consecutivos cuando el Madrid dio el zarpazo definitivo al partido, y 15 tantos y 9 pases de canasta en una final descollante en la que sostuvo a los suyos en la dificultad y los lideró con decisión cuando los blancos tocaron a rebato para firmar otra remontada para el recuerdo. El de San Cristóbal de La Laguna, camino de los 37 años, sigue siendo una bendición a los ojos del espectador, pero ha logrado con los años además ganar una enorme fiabilidad en momentos decisivos que tiene buena parte de culpa de que ahora el madridismo esté de fiesta.

Luego está lo de Sergio Llull. Un tipo con los redaños suficientes como para, habiendo anotado exactamente 0 puntos en los 39:56 minutos previos, no tener ningún problema en asumir un último tiro del que dependía el título blanco. Y mantener la cabeza fría como para buscar la situación óptima (el bloqueo de Edy Tavares le emparejó con el pívot Moustapha Fall tras el cambio defensivo de los griegos) y, en el momento oportuno, soltar ante las fauces del gigante parisino uno de esos lanzamientos tan suyos que parecen subir al cielo para bajar repletos de historia. Como aquel en Málaga, aquellos dos en Valencia u otros dos ante el Barça en el Wizink Center como los más icónicos. Pero ha sido a los 35 años, sometido a enormes dificultades físicas en las últimas temporadas, cuando el de Mahón ha ido a meter "los dos mejores puntos de su carrera", tal y como admitió minutos después en Tirando a Fallar. Y eso, dado su historial, son palabras muy mayores, como el valor y la confianza que hay que tener para meter ese tiro.

Estas dos figuras ya legendarias, decisivas tantas veces a lo largo de casi dos décadas, serán con los años los dos jugadores icónicos de la Undécima Euroliga del Real Madrid. Ambos se llaman Sergio. Pero lo cierto es que lo suyo no tiene nombre.

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