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José Manuel Puertas

La gran dificultad de ser Marc Gasol

Por buen cuerpo y talento que tuviera, seguir la estela de su hermano y hacer un camino propio casi tan exitoso como el de este era harto complejo.

Por buen cuerpo y talento que tuviera, seguir la estela de su hermano y hacer un camino propio casi tan exitoso como el de este era harto complejo.
Marc Gasol con el 33. | Cordon Press

Recuerdo perfectamente aquel 26 de julio de 2006 en el que, junto a dos amigos, hicimos el petate para ir de Granada a Córdoba para ver el estreno de la preparación de la selección española que apenas unas semanas después iba a ser, por primera vez, campeona del mundo de baloncesto. El partido, ante China, casi que era lo de menos. El gran debate que manteníamos en el viaje era otro.

"Pero, ¿cómo va a ser Marc Gasol?"

En el combinado nacional iba a cursar baja en la convocatoria Fran Vázquez por unas molestias en la espalda, y para sorpresa de todos empezar a crecer el rumor de que el hermano pequeño de Pau Gasol podía ser la elección de Pepu Hernández para estar en la lista definitiva para la Copa del Mundo.

"¿Cómo va a ir Marc por delante de Hernández-Sonseca? Sería muy difícil de justificar esa decisión"

Así marchábamos a Córdoba tres cándidas almas mayoritariamente inclinadas hacia la inclusión del entonces pívot del Real Madrid en la lista final por delante de Gasol, que había pasado con más pena que gloria aquella temporada en el Barça (2’9 puntos 2’3 rebotes en 23 partidos ACB, ninguno como titular) a las órdenes de un Dusko Ivanovic que apenas le dio bola. De hecho, aquel mismo verano tomaría una de las decisiones de su vida, dejando el cuadro culé de camino a Girona. Pero antes, con 21 años, empezaría a taparnos la boca a muchos.

Casi 18 años han pasado de aquel viaje a Córdoba y ahora, en el momento de la retirada de un Marc Gasol legendario, asumo lo difícil que debió de resultar ser Marc Gasol. Ser el hermano del mayor unicornio de la historia del baloncesto español y tener un cuerpo potencialmente muy desarrollable en el juego, te sitúa ipso facto bajo los focos. Lo quieras o no, estás señalado. Que le pregunten a Adriá, el tercero de la saga Gasol, que no quiso suportar lo difícilmente soportable. Pero Marc, el segundo, sí quiso. Y pudo, que es lo más complejo. Pese a todo. Pese a las acusaciones de enchufado. Pese a las críticas sobre su físico, al que claro que le sobraban kilos en la adolescencia. Y pese a que, aunque Marc hubiera sido, supongamos, un tipo frío como un témpano y capaz de aislarse de todo el ruido externo, cosa realmente difícil, el mero hecho de ser hermano de quien era, y en cuyo espejo obviamente se miraría al emprender el camino al profesionalismo, le ponía casi todas las papeletas sobre la mesa para terminar su carrera algún día con cierta sensación de no haber alcanzado sus logros, tan enormes como iban siendo los de su allegado, cinco años mayor y encargado de ir abriendo camino y romper la historia a toda velocidad.

Por muchos 215 centímetros que mida, hay que ser muy bueno y muy fuerte mentalmente para ser Marc Gasol. Para, ya en aquella Copa del Mundo de 2006, hacerle la vida imposible en la final a Sofoklis Schorsanitis, que venía de martirizar a Estados Unidos en la previa. Justamente en el momento en que todos AQUÍ temblábamos por la ausencia de su hermano, pero en el que un puñado de españoles ALLÍ decidieron que ese era el día en el que todo iba a cambiar. Y vaya si cambió. Poco después Gasol salió del Barça, fuera de donde siempre puede hacer frío. Se marchó a Girona, donde sí, había dinero a espuertas aunque durase poco el castillo en el aire que fue Akasvayu. Y lo bordó, especialmente en una segunda temporada que sigue siendo legendaria a nivel ACB, en la que fue once veces MVP de la jornada. Lo nunca visto antes, ni después.

De ahí a la NBA. Y para que siguiera siendo imposible huir de las comparaciones, a Memphis, y además envuelto en el traspaso de su hermano hacia los Lakers, el equipo que le había escogido en el draft. Claro, la lógica decía que, después de aquel movimiento, los Grizzlies prolongarían su travesía del desierto, pero resulta que en la etapa de Marc se hicieron aún más competitivos que en la previa, y que aquel equipo del ‘Grit and Grind’ al fin ganó una eliminatoria de ‘play off’ y de hecho alcanzó la final del Oeste en 2013, el mismo curso en el que su pívot catalán era nombrado Mejor Defensor del Año en la NBA. Ahí es nada. Que a nadie le extrañe que los Grizzlies hayan anunciado esta semana que el 33 de Gasol colgará pronto del techo de su pabellón para que nadie más lo vista. Quizá algún día esté el 16 también, y no sería injusto. Pero de momento, esto es lo que hay.

Dos años después, llegó lo imposible en el All Star del 2015. Cuando a Pau Gasol los Lakers le retiraron su camiseta se me ocurrió decir que aquello era el Cometa Halley del baloncesto español. Pero ese salto inicial en el Madison Square Garden, con un hermano español a cada lado… Ese salto es algo que me atrevo a vaticinar directamente que nunca más volveremos a ver los de mi generación. Y diría que tampoco los que aún leáis esto siendo jóvenes. Jamás un salto inicial representó tanto y probablemente nunca lo volverá a significar. No creo que sea un órdago. Es que aquello fue acojonante, perdónenme la expresión.

Marc Gasol se marchó justo a tiempo de Memphis de camino a Toronto para poner otra pica en Flandes al ser pieza fundamental en el primer anillo de la historia para una franquicia no estadounidense. Porque este tipo supo ganar junto a su hermano mayor, pero también, y de qué forma, sin él. Permitidme detenerme un momento en el 13 de septiembre de 2019, en aquella semifinal mundialista en Beijing. Es que ese día éramos peores que Australia. No descubro la pólvora diciendo esto. Como con Francia en 2015 en Lille, ¿recordáis? Pues si cada 17 de septiembre vuelven a nuestra vida los vídeos de aquel descollante Pau ante los galos, cuatro días antes deberían reaparecer los de Marc ante los aussies. 33 puntos cuando había llegado con 4 al descanso. Del segundo de los Gasol recuerdo también su partidazo en los cuartos de final del Eurobasket de 2017 ante Alemania, claro. Pero lo de 2019 frente a Australia está en el libro de oro del baloncesto español. Como Pau en Lille o Navarro ante Macedonia en 2011. Y eso son palabras muy mayores.

Marc Gasol se ha retirado esta semana del baloncesto. Lo ha hecho cuando ha querido y como ha querido, porque así es como los mitos deben dejar su actividad. Tipo implicado y con inquietudes, estoy seguro de que va a seguir haciendo ruido. Con su fundación, con el Básquet Girona y con todo de proyectos. Pero ante todo, como persona, que es lo que más destaca de él casi cualquiera que le ha tratado. Recuerdo ahora cómo en plena pandemia organizó unos partidos en su casa con jugadores profesionales de la zona para mantener la forma antes de viajar a la burbuja de la NBA. Las fotos de aquello se hicieron virales, incluso. Qué lujo posar junto a Marc, claro. Pero cuentan los allí presentes que el auténtico lujo estuvo fuera de los focos, entre bambalinas, pues la atención de Marc no pudo ser más exquisita. Que estaba pendiente de cualquier detalle, de que a nadie le faltara una toalla o una botella de agua y de que todo el mundo estuviera cómodo.

Lo deja un jugador descomunal, que incluso para no pocos superó a su hermano como jugador en términos generales. Yo, honestamente, no lo creo, pues Pau Gasol para quien esto escribe sigue siendo el mejor de nuestra historia. Pero qué más da. Solo que a alguien ya le pase eso por la cabeza permite entender la dimensión que ha alcanzado su hermano pequeño.

Por encima de dañinas comparaciones, de etiquetas externas y de luchas internas, que no me cabe duda de que también las tuvo, se acaba una carrera descollante para que siga adelante una persona excelente y un hombre de negocios muy probablemente exitoso. Por todo ello, mi respeto y agradecimiento eterno, Marc Gasol Sáez.

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