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Cristina Losada

¿Y qué ha sido de Errejón?

Errejón ha pasado, en menos que canta un gallo, de un populismo carnívoro a un ecologismo vegano.

Errejón ha pasado, en menos que canta un gallo, de un populismo carnívoro a un ecologismo vegano.
EFE

Más País ha ido a menos. El 1 de octubre, recién nacida la marca de Errejón, un sondeo le daba 19 escaños y, basándose en él, titulaba un periódico: "El efecto Errejón dinamita el Congreso". Qué tiempos aquellos los de hace un mes. En un mes, aquella dinamita se ha desactivado totalmente. Ahora, el CIS coloca a Errejón con 3 o 4 escaños, contando los que aporta Compromís, y los promedios de encuestas, no siendo tan crueles, confirman el diagnóstico del descenso. Y lo peor, lo peor para Errejón, es que lo increíble era aquella notable cantidad de escaños que le vaticinaban al principio, y lo lógico, lo más verosímil, es el magro pronóstico actual.

El candidato se ha quejado estos días de que se le deja fuera del debate en TVE y de las restricciones de la Junta Electoral. Bueno, ahora le afectan a él, como antes le afectaron a otros, sin que Errejón, entonces en Podemos, dijera nada en contra. Las normas le iban bien cuando perjudicaban a otros, y le parecen mal cuando le perjudican a él. Sólo por eso ya hay que desestimar su queja. Y si su resultado electoral es escaso tampoco podrá achacarse a su exclusión del debate o de ciertos espacios. Errejón sale en los grandes medios, se le hacen entrevistas y tiene, en fin, una cobertura notable. No es tampoco un recién llegado, al que apenas conocen los votantes. Los de Podemos, que son su primer objetivo, tienen que conocerlo bien. Cosa distinta es si ese conocimiento mueve votos a favor o en contra.

El problema de Más País no procede de las decisiones de la Junta electoral. Procede de la orientación política elegida. Porque Errejón ha optado por el verde, en lo que parece una opción meditada. De entre sus propuestas, él mismo tiende a destacar como grandes ejes la transición ecológica y la economía digital. Atrás, en segundo plano, quedan las demandas socioeconómicas que permitieron despegar a Podemos en el momento populista que trajo la gran crisis. En lugar de ofertarse como un Podemos auténtico, verdaderamente populista, la marca de Errejón se propone ocupar el espacio de un partido verde, cuando ese espacio nunca ha logrado reunir la necesaria masa crítica de votantes en España.

No sólo en España. El nicho verde es pequeño, prácticamente en todos los países del sur de Europa. El caso alemán, donde los verdes son una fuerza política importante desde hace muchos años, no es exportable al sur europeo. No lo es, por muchas razones. Para empezar, por cómo surgieron Los Verdes alemanes, todavía en la Guerra Fría, en 1980, vinculados a la Nueva Izquierda de los 70. Pero ese producto político no llegaría a cuajar en los países del sur de Europa, donde la izquierda se ha mantenido esencialmente en línea con las tradiciones socialista o socialdemócrata y comunista. De la amalgama de la comunista, ya postcomunista, con el populismo sudamericano saldría, sin ir más lejos, Podemos, el partido del que Errejón fue fundador y dirigente.

Verde quiere ser Errejón, sea por sus socios de Equo o, como parece más probable, porque piensan que ahora, con la alarma climática y la histeria de Greta, puede haber un caladero de votantes donde no lo ha habido nunca. Hay que suponer que al examigo de Iglesias no le preocupa su credibilidad. La que pueda tener él mismo como portavoz de la causa ecológica que sólo un año o dos antes nadie sabía que le quitara el sueño. Errejón ha pasado, en menos que canta un gallo, de un populismo carnívoro a un ecologismo vegano. Y con este cambio de rumbo y de chaqueta es fácil que la estrella vaya a estrellarse.

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