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José T. Raga

¡Separatistas del mundo, uníos!

La contradicción, como la mentira, flagela a la población gratuitamente.

Ya sé que el título de hoy entraña una contradicción en sus propios términos, pero el caso es que fueron unas imágenes, que todos pudimos contemplar, en las que líderes separatistas, unos españoles y otros venidos de territorios lejanos –Escocia (Reino Unido), Quebec (Canadá), Flandes (Bélgica)…–, marchaban unidos en vociferante manifestación pacífica con la pretensión de reforzar las aspiraciones independentistas de sus anfitriones las que motivaron el título y el contenido de estas líneas.

Pretensiones estériles, en no pocos casos, porque el refuerzo o la esterilidad no dependen tanto de la voluntad de los separatistas convocantes como de la imagen que transmiten al resto de la población, que, en este caso, es ante lo que deberían reforzarse.

¿Qué beneficio puede esperar el independentismo catalán de la presencia del independentismo vasco, el mallorquín, el valenciano o el gallego… aunque profieran alaridos al unísono o lancen objetos voladores contra las fuerzas del orden?

Las imágenes, y cuanto con más reforzadas peor, a las gentes de paz y orden les provocan náuseas y rechazo generalizado, y, en el límite, avivan el sentimiento de solidaridad de terceros, por la violencia que imponen y por el desasosiego que infunden en quienes tienen que compartir con ellos esa vida ausente de civismo y de racionalidad.

Lo primero que hay que pedir a un líder político es que lo sea de toda la población que, por suerte o desgracia, tiene que convivir bajo sus mandatos y soportar sus proclamas. Y lo segundo, tan importante como lo primero, es que elimine sus contradicciones y falsedades, en su decir y en su hacer.

La contradicción, como la mentira, flagela a la población gratuitamente. Y, aunque nunca estaría justificado el flagelo, hacerlo sin un resultado favorable acrecienta la injusticia y enaltece la estupidez.

¿Cómo se ve, desde el momento presente, la historia de las cuatro proclamaciones independentistas de la República Catalana? ¿Cómo valoran los catalanes de hoy al canónigo Pau Clarís, presidente de la Generalidad que, al tiempo que España está librando una guerra con Francia, propone, el 16 de enero de 1641, a la Junta General de Brazos de Cataluña, y ésta acepta, la proclamación de la República Catalana para ponerla bajo la protección del rey Luis XIII de Francia?

Más todavía cuando, una semana más tarde, modifica la propuesta, sustituyendo protección por sumisión a la soberanía del francés, como un departamento administrativo más de aquel territorio; propuesta que es aceptada por el soberano, y también por la Junta General de Brazos. Resultado: invasión por las tropas francesas y diez años de guerra que dañarán a España y también a Cataluña.

¿Cabe más contradicción? Una independencia de España para someterse a la dependencia del rey de Francia. Más aún, una independencia de un rey, Felipe IV (Habsburgo) –los amigos, según dicen–, para someterse a la dependencia de un Borbón –los enemigos de Cataluña–.

Con estas contradicciones, lo de "¡Separatistas, uníos"" rebosa coherencia y buen sentido.

En España

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