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Cristina Losada

El sapo de Esquerra

Como fracase en esta investidura, ya se doctora en la materia.

Como fracase en esta investidura, ya se doctora en la materia.
EFE

Tiene pinta de que a la Esquerra le ha picado el mismo bicho que antes le picó a Podemos. Fueron el bicho y su veneno los que hicieron creer a Iglesias, después de las elecciones de abril, que podía conseguir lo que quisiera de Sánchez. Los que le impulsaron a rechazar aquellos puestos de Gobierno que se le ofrecieron, diciendo que era como darles la caseta del perro. Y los que le incitaron a echarle pulsos, durante semanas, al que tenía que ser su socio. Hasta que vio que los socialistas no temblaban ante una nueva convocatoria de elecciones no se le pasaron los efectos de la picadura. Aunque llegados a aquel punto de nada le serviría humillarse públicamente en el Congreso anunciando que si allí, en aquel instante, Sánchez le daba a Podemos una de las migajas del mantel gubernamental, entonces sí que habría acuerdo, investidura y final feliz. Se contentaba entonces con una sola miga, pero, ay, era demasiado tarde para rectificar. La suerte estaba echada.

Los síntomas se parecen mucho. Peor aún: los de Esquerra son más bocazas. No resisten la tentación de alardear de su condición de imprescindibles. No se resisten a presumir de que tienen la sartén por el mango. Creen tenerla. Lo creen con una confianza que rezuma. Lo dijo Rufián, que exuda y exulta: "Como es un Sánchez derrotado, se le puede sentar a hablar". Y los otros, tragando el sapo. Qué remedio. Qué remedio, ahora. Pero el sapo tragado siempre se puede devolver. No es cosa tampoco de una o dos frases chulescas, no es sólo macarrismo retórico. La lista de condiciones para investir a Sánchez que pregona Esquerra es ya el programa máximo del Frente Popular de Judea de los Monty Phyton, si aquel grupo de trastornados se hubiera puesto a hacer un programa. Quieren mesa de negociación entre Gobiernos, quieren la autodeterminación, quieren el referéndum, quieren un calendario –¡que sea ad calendas graecas!–, quieren un abrazo público, quieren un compromiso firmado: ¿ante notario o ante el corazón de Macià?

Falsa la reliquia de Macià. Eso sí. Pero ¿falso lo demás? ¿Está Esquerra practicando el exceso para el consumo interno? La competencia en el campo separatista se presenta feroz, a ver quién es más belicoso, a ver quién va más lejos. La escena recuerda, en cierto modo, a la pugna faccional de Esquerra en los años 30. Y cómo no recordar las palabras que se le oyeron a Companys después de salir al balcón a proclamar el "Estado Catalán de la [inexistente] República Federal Española" aquel famoso octubre: "Ahora no podrán decirme que no soy nacionalista". Claro que añadió: "Pero ahora veremos qué ocurre y en qué para todo esto". Es sabido lo que ocurrió. Diez horas después, capitulaba ante el general Batet. Pero esto de Esquerra ahora, ¿son bravuconadas para consumo interno? ¿Fingen borrachera para estar a la altura de la melopea de Torra y Puigdemont y, al final, sobriamente, van a rendirse?

Los socialistas lo creen. Confían, aunque no rezuman. Han pergeñado el relato de que hay que dejar atrás el eje separatistas-no separatistas y volver a la vieja y añorada divisoria izquierda-derecha, donde Esquerra se unirá al abrazo del PSOE y Podemos, porque tiene – suponen– un corazoncito de izquierdas en alguna parte. Pero ahí está el oxímoron. Es decir, lo que Rufián llama oxímoron: "Sería un oxímoron tener un Gobierno que se califica de izquierdas y mantiene a políticos en la cárcel". Añádase a la lista, y el programa ya tiene todos los elementos necesarios para componer la carta de suicidio de Sánchez. O la carta o el título de candidato que ha fracasado en más investiduras. Como fracase en ésta, ya se doctora en la materia.

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