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Pablo Planas

El régimen de Garzón y Rufián

Un régimen en el que tipos como ellos y los marqueses de Galapagar pueden llegar a ministros está en las últimas y no tiene sentido.

Un régimen en el que tipos como ellos y los marqueses de Galapagar pueden llegar a ministros está en las últimas y no tiene sentido.
Alberto Garzón, Pablo Iglesias y Gabriel Rufián | EFE

Sostienen los garzones y rufianes que eso que ellos llaman "régimen del 78" no da más de sí. Tienen razón. Un régimen en el que tipos como ellos y los marqueses de Galapagar pueden llegar a ministros está en las últimas y no tiene sentido. Es evidente que el sistema electoral que beneficia a los partidos nacionalistas o el mismo sistema autonómico son auténticas catástrofes que han conducido a España a una situación terminal, perfectamente plasmada en la sesión de investidura de un tipo sin escrúpulos como Pedro Sánchez, un individuo sin principios que hace tres semanas iba a prohibir los referendos separatistas y ahora es uno de sus más firmes partidarios, entre otras múltiples contradicciones.

El presidente no es de fiar. Se ríe de sus adversarios políticos con una chulería que se agudiza con las mujeres, tal y como se ha podido comprobar en su maltrato a Inés Arrimadas y Ana Oramas. Sánchez recuerda a uno de esos gachós de los salones recreativos, un pavo de los que acariciaban el taco de billar mientras entornaba los ojos y perdonaba la vida a la concurrencia, uno de esos mendas a los que más vale no dar la espalda, chulángano fatal. Conviene decirlo cuando aún es posible porque ya ha avisado el fulano de que está dispuesto a impedir la libre expresión y que se diga la verdad, verdad que él confunde interesadamente con desinformación.

Del dicho "régimen del 78" a estas alturas solo se salva la figura del monarca, perfectamente encarnada por Felipe VI, quien en medio de la soledad más absoluta ha tenido este lunes el coraje de recordar a Sánchez el compromiso de las Fuerzas Armadas con España y su Constitución, ese mismo compromiso que el líder del PSOE de los barones cobardes está dispuesto a pisotear para seguir en el poder. Quedó claro cuando fue humillado por un personaje como Rufián, destilación esférica del sistema educativo alumbrado por la autonomía catalana, el matasietes que dijo que sin mesa de claudicación no habrá legislatura. No se había visto un chantaje tan obsceno en toda la historia de la democracia en España. Y Sánchez dobló la cerviz y se vengó después riéndose como un abusador de Arrimadas. Ese mismo Sánchez que asegura que hay un "conflicto territorial", como si estuviera en juego la posesión de un pedazo de Aragón entre Cataluña y el resto de España.

Ha llegado la hora de cambiar el sistema, de voltear el "régimen". Sin duda. Las autonomías no se sostienen, tampoco el sistema electoral que infla los resultados de los partidos nacionalistas en perjuicio de los electores de los partidos nacionales. Ya está bien de chantajes separatistas, de regionalismos egoístas, de patéticos localismos, de insultos, desprecio y odio a España y a los españoles en la sede de la soberanía nacional. Basta ya.

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