Dos factores avalan la teoría de que los socialistas sumarán sus votos a los de los separatistas para formar Gobierno en Cataluña. El primero son los resultados que arrojan todas las encuestas, que dibujan un triple empate entre PSC, ERC y JxCat, lo que haría inevitable un Ejecutivo de coalición. El segundo es que el falsario Salvador Illa ha negado tal posibilidad...
Todo parece indicar, pues, que el sedicioso Oriol Junqueras tendrá en su mano decidir quién gobierna en el Principado. El líder de ERC podrá elegir entre reeditar un tripartito de izquierdas con los socialistas y Podemos o volver a la coalición separatista con los batasunos locales de la CUP. En efecto, el condenado Junqueras podría acceder a la Presidencia regional si Sánchez accede a indultarlo, gestión que los socios de Sánchez y algunos de sus ministros, con el infame Illa a la cabeza, ya han empezado a valorar públicamente, con pavorosa desvergüenza.
La degradación de la política catalana llega al extremo de que un presidiario condenado por los más graves delitos contra la Nación tenga en su poder la gobernabilidad de la región. Cómo extrañarse de que además cuente con el aval de un condenado por terrorismo como Arnaldo Otegi, miembro de una banda que cometió 75 atentados y asesinó a 54 personas en Cataluña, a pesar de lo cual es jaleado por la multitud cuando aparece en los mítines de su semejante Junqueras.
La batasunización de Cataluña se ha puesto de manifiesto con crudeza en esta campaña electoral, donde no pasa un día sin que se produzcan agresiones contra los candidatos y simpatizantes de Vox. Como ocurría en el País Vasco en los tiempos de mayor incidencia de la kale borroka, los terroristas callejeros campan a sus anchas en Cataluña con la tranquilidad de saber que la policía nacionalista no va a actuar contra ellos. Decenas de altercados violentos contra el partido de Abascal y ni un solo detenido es la mejor prueba de hasta qué punto esta campaña de agresiones cuenta con la complicidad del Gobierno separatista catalán.
Esta es la situación general en Cataluña a menos de una semana de las elecciones regionales. Una cita electoral de todo punto anómala, con violencia separatista en las calles y la amenaza del coronavirus y cuyo resultado, salvo sorpresa mayúscula, contribuirá a agudizar la devastación social, política y económica del Principado.

