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EDITORIAL

Perú, rumbo a la barbarie

Perú ha tomado un derrotero extraordinariamente peligroso que puede conducirle a la catástrofe.

Ante el silencio ominoso o cómplice de la mayor parte de Occidente y con el apoyo explícito del grupo habitual de países totalitarios que extienden su influencia por buena parte del mundo –Cuba, Rusia, Irán, China y, por supuesto, Venezuela–, Perú ha tomado un derrotero extraordinariamente peligroso que puede conducirle a la catástrofe.

Por mucho que trate de edulcorarse desde los medios de izquierdas, lo que ha llegado al poder en Perú de la mano de Pedro Castillo y, sobre todo, del secretario general de su partido, Vladimir Cerrón, es un cóctel mortífero con un ingrediente principal, un comunismo leninista que se exhibe sin complejos y que, además, se adereza con otros ingredientes igualmente nocivos: indigenismo antioccidental, bolivarianismo chavista, ultranacionalismo reaccionario y atrasista y, como guinda putrefacta, un racismo feroz que puede acabar degenerando en un auténtico baño de sangre.

Es importante resaltar que, aunque incluya esos elementos indigenistas y racistas, el plan de Castillo, Cerrón y los suyos no es un retorno al Perú incaico previo a la llegada de los españoles, sino algo más parecido a los regímenes totalitarios del siglo XX, pero con un toque andino y caribeño, de la mano de los criminales que detentan el poder en Cuba y Venezuela. Leninismo bolivariano, en suma, con un matiz que lo hace aún más aterrador si cabe: la presencia en Perú Libre, y no sólo simbólica, de elementos de Sendero Luminoso, la más bárbara y sanguinaria banda terrorista de la historia de Iberoamérica, cuyo nivel de crueldad estremeció a toda América en los años ochenta y noventa del Novecientos.

Por otra parte, Perú tiene todas las papeletas para convertirse en una suerte de narcoestado canalla –ya hay sobre la mesa una ley de hoja de coca para favorecer las plantaciones y eludir el control internacional–, que financiará actividades revolucionarias dentro y fuera del país y enriquecerá a los cleptócratas con mando en plaza mientras el país se sume en la miseria, tal y como ha ocurrido en Venezuela o Cuba.

Puede parecer un diagnóstico muy pesimista, pero es que la situación no da lugar a demasiadas esperanzas: Perú Libre no es un partido normal sino un movimiento liberticida de los que se instalan en el poder para no abandonarlo jamás. En la estela de sus homólogos en países como Venezuela o Bolivia, pretende convocar una Asamblea Constituyente y redactar una nueva Constitución para instaurar una nueva legalidad que brinde legitimidad a un régimen abiertamente antiliberal.

Pese a que Castillo ha alcanzado la presidencia por sólo unos miles de votos y con muy serias acusaciones de fraude en su contra, eso no le va a impedir desarrollar su programa totalitario en contra de la mitad de la población. Más bien al contrario: lo que hará será forzar la máquina de la confrontación, la intimidación y el control de los medios y la economía hasta lograr imponer su voluntad por las buenas o por las muy malas.

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