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José García Domínguez

Salvador Illa, alcalde de Barcelona

En Barcelona se ha abierto una ventana de oportunidad para quien quiera verla. Y hay quien la ha visto.

En Barcelona se ha abierto una ventana de oportunidad para quien quiera verla. Y hay quien la ha visto.
Salvador Illa. | EFE

Tres noticias del lunes en la prensa local catalana. La primera apelaba a que se habría producido un "enfriamiento" de la relación entre el Sindicato de Manteros y el Consistorio barcelonés. Al parecer, en esa entidad de la sociedad civil estaría generando cierta tensión el inopinado cambio de actitud de la Guardia Urbana, ahora bajo control del PSC, que les dificulta ejercer su normal actividad mercantil en las principales arterias del centro de la ciudad. Segunda noticia: un operativo conjunto de la policía portuaria y la Guardia Urbana para inspeccionar a los conductores profesionales de triciclos a pedales se saldó con más de cincuenta expedientes sancionadores fruto de otras tantas irregularidades detectadas por los agentes. Y es que por Barcelona, segunda capital de la cuarta economía de la Unión Europea, circulan cada día unos dos mil triciclos (el Ayuntamiento no conoce su número exacto, pues la mayoría resultan ser ilegales y carecen de licencia), carritos precarios que realizan funciones de taxi para jolgorio de unos turistas que, pagando un precio parecido al que les costaría usar idéntico transporte en Calcuta, pueden gozar de la experiencia de sentirse como en el Tercer Mundo sin necesidad de salir de su propio continente.

Tercera noticia: el grupo que gobierna en la capital de Cataluña considera, según ha hecho saber en un comunicado, que el hecho de que el Gobierno vaya a aportar 1.700 millones de euros para mejorar la principal infraestructura internacional de la demarcación supone una agresión condenable, amén de una claudicación por parte de ERC la aceptación de ese dinero. Así las cosas, quedan dos años para las municipales. Colau encarna a estas horas un disparate amortizado. El septuagenario Ernest Maragall luce cada vez más como un anciano gruñón cuyo tiempo ha pasado. Los posconvergentes no tienen a nadie con cara y ojos. El PP no existe. Y en Ciudadanos, en fin, dicen que hay una concejal que se defiende. El problema es que nadie recuerda –yo tampoco– su nombre. En Barcelona se ha abierto una ventana de oportunidad para quien quiera verla. Y hay quien la ha visto. Se llama Salvador Illa y será el próximo alcalde de la ciudad.

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