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Cristina Losada

Rebelión en la granja autonómica

La retórica federalista del PSOE nunca ha chocado tanto con la realidad de sus actos como ahora.

La retórica federalista del PSOE nunca ha chocado tanto con la realidad de sus actos como ahora.
El presidente de la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijóo. | Miguel Muñiz / Europa Press

La palabrería federal tiene mucho adepto en el PSOE. O tenía: hace tiempo que no recurren a esa magia potagia. Ya sería escarnio que hablaran de las maravillas que puede obrar su modelo federal en España al mismo tiempo que conceden más fondos a las autonomías gobernadas por partidos nacionalistas y separatistas de cuyos votos en el Congreso depende la continuidad de Sánchez en la Moncloa. Es verdad que se cubrieron con aquello del federalismo asimétrico que decía Maragall, pero el atropello a los principios de igualdad y solidaridad interterritorial es tan evidente que el humo de la asimetría no tiene densidad suficiente para taparlo.

La retórica federalista del PSOE nunca ha chocado tanto con la realidad de sus actos como ahora, cuando su dependencia de partidos abonados al ventajismo es mayor que en otras épocas. Son ejemplo las negociaciones presupuestarias, en las que minorías nacionalistas aprovechan su posición de dominio ante un Gobierno que no sabe ni quiere decir que no. Pero, en medio de esa timba donde la ruleta está trucada y se sabe desde el principio quién va a ganar, se ha producido un acto político sin precedentes para avisar a Sánchez de que no puede seguir por el atajo de privilegiar a unos pocos. Hay rebelión en la granja autonómica, porque unas autonomías son más iguales que otras.

Ese acto político fue la reunión de ocho presidentes autonómicos el martes en Santiago de Compostela. Fueron cinco presidentes del PSOE, dos del PP –uno de ellos, Núñez Feijóo, el convocante– y el de Cantabria, del PRC. De tres partidos distintos, pero con una problemática común. Sus comunidades tienen poblaciones envejecidas y dispersas y casi todas son de baja densidad demográfica. Servicios como la sanidad y la educación resultan mucho más costosos en esas condiciones. Sólo hace falta pensar en el gasto sanitario que representa una población envejecida. O en el coste de un sistema escolar cuando la población está muy diseminada.

La petición de estos ocho presidentes se llama, a fin de cuentas, igualdad. Que en cualquier lugar de España los servicios que se prestan sean similares. Que el criterio a la hora de la financiación sea el coste efectivo de los servicios. Y que el nuevo modelo de financiación autonómica se negocie y acuerde en un marco multilateral. Es decir, no al modo bilateral que quieren ya se sabe quiénes, y que para más se suelen salir con la suya. A esas minorías que se suelen salir con la suya les importa un pimiento que los viejos en Asturias tengan buenas prestaciones sanitarias o que los alumnos gallegos puedan cursar sus estudios debidamente. Desprecian al resto de los españoles. Pero el Gobierno central demuestra que también le importan un bledo cuando favorece a esas minorías y damnifica al resto.

Al anunciarse esa reunión ideada por Feijóo, se habló de frentismo. Uy, qué espanto. Como si el separatismo no hiciera frentismo todos los días. Pues habrá que hacer un frente para mantener a raya a los frentistas que se cargan la igualdad de los españoles. Y se la cargan porque lo consienten los fans del modelo federal. ¿Federal? Tendrán que acuñar como nueva definición de federalismo que éste consiste en dar ventajas a territorios ya aventajados y perjudicar a los más desfavorecidos. Pura arbitrariedad.

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