
Es un hecho, el Convoy de la Libertad se ha lanzado este miércoles en Francia y se dirige hacia París, sigue el ejemplo de los camioneros canadienses. Pretenden llegar este fin de semana a París desde numerosos puntos del Hexágono con la intención de protestar contra la política del Gobierno y notablemente contra el pasaporte sanitario. No son todos antivacunas, son personas libres y quieren vivir como tales.
Al inicio la movilización tuvo lugar mediante llamadas urgentes a la participación masiva en las redes sociales, sobre todo a través de Facebook y Telegram. Los líderes y sus cada vez más crecientes grupos de seguidores partirán desde Bayona, Niza, Estrasburgo y Cherburgo, asaltarán todas las autovías, para finalmente alcanzar el objetivo principal: copar la ciudad de París y cerrarla.
Uno de los organizadores ha dicho que se manifestará también por la capacidad de consumo. Vaya, los trabajadores luchando por el consumismo, quién nos lo iba a decir a los que tanto nos mintieron en Cuba acerca de ese "vicio capitalista" de los ricos.
Me parece perfecto. Que los obreros desafíen y defiendan el poder de consumir y de comprar lo que ellos producen, y que no lo hagan sólo unos cuantos elegidos por el sistema totalitario progreúcho que nos quieren imponer.
"Pedimos esencialmente decorar los camiones, y los vehículos, pues se nos unirán toda suerte de conductores, incluidos los motociclistas. La decoración debiera usar con preferencia banderas francesas". A ver si esto ocurriera en España, donde la bandera es peor que un pecado de Semana Santa.
Van a recorrer mil o más kilómetros en compañía de los Chalecos Amarillos, que también se les han unido. Exigen medidas sanitarias y no imposiciones, discutidas y aprobadas mediante el voto.
Desde toda Francia, reitero, se han movilizado, tienen como referentes a los camioneros canadienses, a quienes ven como auténticos héroes. Ni un paso atrás es su lema. "Es necesario que el poder de compra se mueva hacia nosotros, no podemos continuar de tal suerte. Se trata de nuestras familias". Y, claro, se trata de la vida, no de la muerte, como pretenden algunos.
El ministro del Interior, Gérald Darmanin, que entra fácilmente al trapo frente a cualquier periodista, sobre todo si es mujer y lo cuestiona severamente citándole su propio programa de gobierno, ha amenazado con no permitir que los camioneros aíslen la capital, perturben su movimiento y finalmente la bloqueen. En caso de que sucediera, ha dicho, ha dado órdenes estrictas de ser implacables. Todos sabemos lo que esas amenazas suponen en boca de un policía que se quiere probar como tal sin haber tenido nunca esa posibilidad: la del poder de reprimir.
Sólo puedo desear suerte a los camioneros franceses y a sus anhelos de libertad. Y mientras pienso en ellos, también pienso en todos esos cubanos que salieron a manifestarse el 11-J del 2021 y a los que el mundo va, como es habitual con Cuba, en camino de olvidar. Tal vez algún día, aunque sólo sea por similitudes en la desgracia totalitaria, consigan acordarse de ellos, de nosotros, los cubanos.