Menú

Vox, líder extraoficial de la oposición

Da la sensación de que los jefes del PP actúan como "los relojes de pulsera de los soldados muertos" (Cocteau) a los que se les está agotando la pila.

Da la sensación de que los jefes del PP actúan como "los relojes de pulsera de los soldados muertos" (Cocteau) a los que se les está agotando la pila.
Santiago Abascal, este miércoles, en el Congreso. | EFE

La matemática muestra que el PP, con 88 diputados, y no Vox, con 52, lidera la oposición al Gobierno de Pedro Sánchez. Sin embargo, escuchando a los gerifaltes genoveses –nada que objetar, por ejemplo, a actores menores como Jaime Miguel Mateu o José Antonio Bermúdez de Castro– en la sesión de control de este miércoles, y comparándolos con los del partido de Abascal, da la sensación de que los primeros actúan como "los relojes de pulsera de los soldados muertos" (Cocteau, sobre la obra de Proust) a los que se les está agotando la pila; mientras, los segundos se sienten y saben crecidos, crecientes y respaldados. Actúan en consecuencia, y cada vez con más naturalidad.

Alterado, por no decir pelín ido, y pasando por las elecciones castellanoleonesas, The Economist y el CGPJ, Pablo Casado preguntó al presidente por qué ha votado en contra de prohibir los homenajes a etarras: "¿Está usted con las víctimas o con los verdugos? Nosotros estamos con las víctimas. ¿Y usted?". Su bancada le brindó un aplauso dopado, como el de la Grada FANS del Bernabéu. Sánchez se acordó de los "tránsfugas" de UPN y centró su disparo en los resultados del domingo: "Le ha llegado la hora de la verdad: tiene que decidir si abre las puertas a un gobierno del PP con la ultraderecha o no". "Estamos dispuestos a ayudarle, pero tiene que pedir ayuda, tiene que explicar por qué la ultraderecha no puede entrar en los gobiernos", añadió. Sobre las víctimas de ETA, ni mú.

Comparado con el líder de los populares, Abascal intervino como si acabara de salir de un spa. Tranquilo, firme y concreto, el macho alfa de Vox espetó al presidente del Gobierno que "España ha perdido su soberanía energética" y que "su transición energética es un timo". Sánchez se acordó de Orban y de Le Pen y reprochó a su contrincante que "está en negar la ciencia, en negar el futuro a los jóvenes". Igual el coautor –no hay que olvidar a Irene Lozano– de Manual de resistencia tiene algún tipo de dislexia mental compulsiva, o como se llame. No es normal tanta imprevisibilidad, tanta anarquía temática, a la hora de responder a preguntas concretas. Yo que él me acongojaría. Imagino a Sánchez en un bar:

–¿Qué tipo de croquetas quiere?
Rigoberta Bandini.
–Perdone, ¿cómo dice?
–Las siete menos cuarto.

Rufián expuso las dos "grandes tentaciones" del presidente: la primera, "que Vox se coma al PP; la segunda, dejar pasar la oportunidad de la mesa de diálogo, porque igual así nos desgasta". Respondió Sánchez: "No me alegro del auge de la ultraderecha". Un diputado gritó: "¿Cómo que no?". Luego, Errejón preguntó por Doñana a Ribera; Cuca Gamarra soltó un tópico de esos que avergüenzan a Raúl del Pozo –"A usted le da lo mismo ocho que ochenta"– en su pregunta a Calviño, y Espinosa de los Monteros desmontó el triunfalismo económico de la vicepresidenta primera, refiriéndose a la caída de los ingresos, al aumento de la presión fiscal y, sobre todo, a la inflación. "No saldremos adelante hasta que ustedes se vayan de este Gobierno", remató el portavoz de Vox. Teodoro García Egea mezcló, triunfalista, la victoria pírrica de Mañueco con la subida de impuestos del Ejecutivo central. En su respuesta, Yolanda Díaz se acordó de la crujida fiscal de Montoro. Y a otra cosa.

El diputado del PP Jaime Miguel Mateu, hijo y hermano de víctimas de ETA, criticó la negociación de Instituciones Penitenciarias con presos de la banda asesina. "Han perdido las elecciones en Castilla y León", dijo a Marlaska, porque, entre otros motivos, "los castellanoleoneses no perdonan a los gobiernos que amparan a los asesinos de sus paisanos". Sus compañeros le aplaudieron como Dios manda. El ministro del Interior pidió unidad y señaló que "ETA es historia". Los suyos también se dejaron los dedos durante la ovación reactiva. Gil Lázaro fue por el mismo tema: "Con esa gentuza, ustedes están intercambiando recaditos, mensajes, visitas, presiones y ruegos de disimulo. Un charaleo miserable envuelto en un secretismo traidor a las víctimas, a la democracia y a España". Marlaska tiró de estribillo.

En el tercio final, José Antonio Bermúdez de Castro preguntó a Félix Bolaños cuándo destituirá el Gobierno a Tezanos. El ministro de Presidencia quiso "defender la profesionalidad y el rigor del CIS". El descojone fue general. "No se pongan ustedes nerviosos", dijo el socialista, a lo Pablo Iglesias, antes de preguntar al PP si va a "entregar Castilla y León a Vox". El diputado popular exigió que las encuestas del CIS las pague el PSOE. Además, Ortega Smith, con una mascarilla que le modulaba la voz a lo Darth Vader, preguntó a Alberto Garzón por su rajada contra la carne española: "Es un verdadero delito el que un ministro del Reino de España se atreva a atacar a un sector social y económico tan estratégico como es la ganadería y la alimentación; que lo haga en el exterior, lo convierte en delito de alta traición o lesa patria". El ministro de Consumo alegó que no dijo lo que en realidad dijo. Y poco más.

Licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense, redactor en Libertad Digital, colaborador en la revista Zenda y autor de los libros No le des más whisky a la perrita, Estado incivil/Concierto de alcaudones y Nido de piratas. La fascinante historia del diario Pueblo.

Temas

En España

    0
    comentarios

    Servicios

    • Radarbot
    • Curso
    • Inversión
    • Securitas
    • Buena Vida
    • Reloj Durcal