Menú
Miguel del Pino

Camuflarse y vivir

Llegan las Fiestas de Carnaval, pero no estamos en tiempos especialmente alegres. Hablemos de la "Ciencia del camuflaje animal"

Llegan las Fiestas de Carnaval, pero no estamos en tiempos especialmente alegres. Hablemos de la "Ciencia del camuflaje animal"
Descubierto en los terrenos rocosos en la cordillera Melville, en el noreste de Australia, este primo de las salamanquesas destaca por su gran capacidad de camuflaje. A diferencia de otras especies del género Saltuarius, posee unas extremidades más largas, un cuerpo más delgado y unos ojos de mayor tamaño. | esf.edu

Podría parecer que para sobrevivir en la naturaleza lo mejor es camuflarse con el ambiente y pasar desapercibido. En muchos casos efectivamente es así, pero otras veces sucede todo lo contrario.

Para abordar la función de los coloridos y las formas en los animales silvestres habría que distinguir diferentes situaciones y mecanismos. Podríamos empezar por diferenciar entre dos conceptos: camuflaje y mimetismo.

Muchas veces ambos conceptos se emplean como sinónimos, pero es más científico diferenciar entre "camuflaje", como simple conjunto de medios para integrase en los coloridos y formas dominantes en el medio, y "mimetismo" como un tipo especial de defensa por el que los seres vivos imitan el aspecto de otros, animales o plantas, con los que comparten el medio ambiente en que viven.

El camuflaje, a su vez, admite distintas acepciones, desde el camuflaje pasivo, por el que infinidad de individuos sobreviven gracias a que la selección natural les ha conferido parecido con el ambiente, hasta mecanismos tan asombrosos como el camuflaje activo que comprende una series de actos de comportamiento por medio de los cuales algunos animales "construyen" sus propios disfraces.

Camuflarse, o al menos confundirse con el medio circundante, implica a veces algo más que coloración, ya que también se puede conseguir disimular por medio de la adopción de posturas: este tipo de "acciones de camuflajes" se llama "mimícria" y no es tan complejo desde el punto de vista evolutivo como el camuflaje activo, ya que las mimícrias vienen determinadas por condicionantes fijados genéticamente en el etograma (conjunto de actos instintivos) de la especie.

Del camuflaje al mimetismo

Comencemos por lo más sencillo: el camuflaje pasivo. Mariposas nocturnas que descansan con las alas "en tejadillo" pertenecientes a una variedad más clara de lo habitual en la especie de que se trate, abundarán posadas sobre árboles de corteza también clara, mientras que los individuos más oscuros aparecerán en mayor número sobre cortezas oscuras.

Está claro que la selección natural postulada por Darwin actúa aquí de un modo elemental: las mariposas claras posadas sobre fondo oscuro serán descubiertas con más facilidad por los pájaros depredadores. Así de sencillo.

Sin embargo algo tan evidente como lo anterior produjo asombro al permitir que se descubriera la velocidad a la que puede funcionar la presión evolutiva. Cuando se instalaron fábricas emisoras de humos en ciertas localidades inglesas y las cortezas de los árboles se tiznaron de oscuro por la contaminación, también variaron los coloridos de las mariposas, que se hicieron genéticamente más oscuras para adaptarse al cambio ambiental; pero es que esta adaptación se produjo ¡en unos pocos años!

El camuflaje activo es mucho más complejo desde el punto de vista evolutivo y su observación suele resultar asombrosa. En este sentido he citado anteriormente en nuestra revista digital un caso registrado entre las arañas, un grupo que, aunque suele pasar desapercibido por la población, dada la repulsión, por no decir el terror que producen, registra actos de comportamiento extremadamente interesantes. Vamos a observar con detenimiento el caso de la especie llamada Cyclosa conica, una araña que teje telas para cazar insectos voladores.

Cyclosa muestra coloración blanca y negra. El tórax es negro, el abdomen blanco con manchas negras. Si observamos minuciosamente la tela de esta araña, especie frecuente en España, parece que en ella se posan varias arañas idénticas, pero solo una de ellas es real: el resto son imitaciones de su propio cuerpo fabricadas por la auténtica. Bolitas de seda blanca imitan el abdomen de este animalillo; las manchas negras se incluyen sobre la escultura con fragmentos de los restos de las hormigas y otros insectos devorados. No creo que puedan encontrarse muchos ejemplos tan asombrosos en el reino animal.

Activos son también los mecanismos de muchos animales marinos, como los cangrejos y otros crustáceos que colocan sobre sus caparazones restos de algas, como los soldados se camuflan muchas veces enredando ramas o maleza sobre sus uniformes. La casuística nos proporciona infinidad de ejemplos, pero creo que pocos tan prodigiosos como las "esculturas de imitación" de la araña Cyclosa.

Las mimícrias, suelen presentarse en animales que se confunden con vegetales o sus restos, como ramas o maleza. Los insectos del grupo Mantoidea (es muy conocida la Mantis religiosa), adoptan posturas que mueven a confundirlas con las ramas. Decimos "adoptan posturas", no confundir con los "insectos palo" e "insectos hoja" que simplemente se parecen al manto vegetal de fondo.

La mimícria más fácil de observar en nuestra naturaleza hispana es la del mantido Empusa egena, una mantis bastante abundante propia de entornos muy secos; no solo parece una ramita de color oscuro, sino que adopta una posición que la asemeja a la misma: ¡cuando sopla el viento el insecto hace vibrar su silueta para seguir pasando desapercibida!

Pasemos al mimetismo: unos animales imitan a otros. También la casuística es verdaderamente prolija.

Empecemos por la mariposa nocturna más grande la fauna europea: la "Gran Pavón nocturna" (Saturnia piri), cuando se posa "en tejadillo" sobre una corteza, sus manchas en las alas simulan los ojos de una rapaz nocturna. ¿Habrá pájaro que se atreva a atacarla?

La eficacia del mimetismo se aprecia con mucha claridad en el grupo de las llamadas "serpientes coral", caracterizadas por sus dibujos anulares de diferentes colores muy llamativos con diseños que se reparten en tres modelos: uno cuya portadora posee mordedura mortal, otra inofensiva, y otra cuya mordedura es dolorosa, pero no mortal.

El tercer modelo es el que sirve de protección a todas las corales, ya que la víctima de una mordedura mortal no puede "escarmentar": es la de mordedura dolorosa quien consigue que aquel que la haya sufrido no vuelva a atacar jamás a una serpiente con tales coloraciones, lo que protege de nuevos ataques a los tres modelos.

En definitiva la naturaleza nos ofrece innumerables ejemplos sobre la relación evolutiva entre supervivencia y aspecto. Nuestras fiestas de carnaval son buen momento para hacer esta reflexión naturalista.

En Tecnociencia

    0
    comentarios