
El mensaje de nuestro encabezamiento, repetido hasta la saciedad en los últimos días por "pacifistas pro Putin", refrendado incluso por la ministra Irene Montero, choca frontalmente con la escala de valores que recibimos hace más de seis décadas los lectores de El capitán Trueno. Creíamos firmemente que hay que evitar las peleas, pero que si se producen en nuestro entorno próximo hay que intentar separar a los contendientes y, en su caso, ayudar al débil a defenderse contra los ataques del fuerte.
No armar, o lo que es lo mismo, no ayudar, al más débil en una contienda al que asiste la razón por estar siendo víctima de una manifiesta agresión no cabe en nuestras ya muy veteranas cabezas; "hiere siempre que te asistan el derecho y la razón", canta a su espada toledana el protagonista de la zarzuela de Guerrero y Luca de Tena El huésped del sevillano, aunque ni la zarzuela ni estos principios estén de moda, a pesar de lo cual esperamos que ambos sean inmortales.
Patio de colegio y ejemplo del famoso bulling: en los pasados años sesenta un grandullón ataca en el recreo a un pequeñín porque sencillamente no le cae bien o porque le parece presa fácil para demostrar su carácter de "adolescente alfa". Los compañeros no hubiéramos grabado la agresión con los móviles, no solo porque no los teníamos, sino porque estaríamos implicados en separarlos y posiblemente en abuchear al agresor, al que entonces llamábamos "abusón". Lo llamábamos "compañerismo", en realidad era solidaridad.
Vamos a saltar con la imaginación a la naturaleza, ya que últimamente somos todos tan ecologistas. Observemos tan solo un par de situaciones que nos sirvan de ejemplo: la estepa arbustiva africana y sus hordas de leones, y la dehesa ibérica donde se crían los toros bravos.
Se ha divulgado hasta la saciedad el comportamiento de las hordas de leones en la sabana o la estepa arbustiva del África tropical. Los leones son felinos que viven en grupos sociales en los que las hembras ocupan el principal papel en la función cazadora al tiempo que cuidan de los cachorros.
Los machos son mucho menos eficaces que las hembras en tiempos de paz entre distintos grupos, pero las hordas vecinas presionan constantemente los territorios intentando la invasión, y si consiguen traspasar las fronteras serán implacables, matando a los cachorros y fecundando a las hembras tratando que sus genes sustituyan a los del enemigo vencido.
De manera que la función de los machos de la horda es patrullar las fronteras tratando con su aspecto impresionante y sus rugidos defender la integridad de su grupo: nadie osaría "desarmarlos" para que si hubiera una invasión, no se produjera "una preocupante escalada bélica de consecuencias imprevisibles".
Sin salirnos del terreno ecológico saltemos a una noche de luna llena en la dehesa donde habitan los toros bravos: se trata de animales impresionantes, dotados de fiereza y armas defensivas que coronan sus testas y, como en la inmensa mayoría de los ejemplos de animales poderosos y armados, son imprescindibles los mecanismos de control de la agresividad intraespecífica: su potencial peligrosidad necesita autocontrol para evitar hacer daño a su propia especie.
De cuando en cuando aparece un "mala sombra" demasiado agresivo, o sin suficiente mecanismo de autocontrol, digámoslo claro: un matón que ataca con frecuencia a sus compañeros de manada hasta convertirse en un peligro para su propio grupo.
Es cierto que entre los toros, como entre los ciervos machos al llegar el celo, se producen frecuentes combates, pero se trata de torneos ritualizados donde se ponen en juego mecanismos de autocontrol, como la huida del más débil o la exhibición de gestos para aplacar la ira del fuerte: el matón es ·otra cosa, un "fuera de control" que se convierte en una plaga para su propia especie.
Los mayorales que cuidan los toros bravos suelen contar impresionantes historias sobre el final de los toros "matones": tras aguantar como pueden las agresiones del ejemplar transgresor de los mecanismos de control el grupo, se produce la "ira de los justos"; los toros de comportamiento normal que muestran habitualmente tolerancia entre ellos salvo ocasiones excepcionales, terminan por asociarse contra el tirano, desafiarlo y darle muerte. Después vuelve la paz, por lo que las consecuencias del ataque de un matón a sus vecinos son totalmente previsibles.
Realmente, volviendo a las declaraciones "políticamente correctas" para una parte de la extrema izquierda, no ayudar, es decir no armar a una nación atacada por otra mucho más fuerte, aunque carente de razones políticas y morales, supone acortar la guerra, pues el matón aplasta antes al agredido. Se trata de argumentos viles basados en el fanatismo y la ausencia de valores y que deberían recordarse cuando se aproximen unas elecciones democráticas, para que las tengamos en cuenta al votar quienes tenemos principios y alma.
Por cierto, los niños que separábamos en el patio del colegio a los que se peleaban, ayudaban al débil contra el fuerte y leíamos al Capitán Trueno, solíamos tener juguetes bélicos, pero teníamos claro que nuestra imaginación infantil no podía utilizarnos para el mal, sino para defender al débil, por eso no suponíamos un peligro para nadie.
