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La sociedad y el hombre

La guerra de Rusia contra Ucrania obliga a preguntarnos qué ha pasado en la sociedad para llegar a semejante salvajada.

La guerra de Rusia contra Ucrania obliga a preguntarnos qué ha pasado en la sociedad para llegar a semejante salvajada.
Europa Press

Con el permiso de mis queridos lectores, voy a dejar a un lado las consideraciones económicas habituales para centrarme en este tema, que considero más importante y más urgente.

El título parte de una base esencial: no hay sociedad sin hombre, ni hombre sin sociedad. Repetidamente, hablando de temas económicos, he afirmado que no hay dimensión macro que no se apoye en una micro, ni micro que desconozca la macro.

Hoy, me atrevo a afirmar que, efectivamente, el hombre no sólo es un componente anónimo de la sociedad, sino que es la esencia de ésta, de forma que cuando el hombre pierde su identidad y su pertenencia se desvanece la sociedad, al igual que sin un sentido comunitario de la sociedad se debilita el hombre.

La guerra de Rusia contra Ucrania obliga a preguntarnos qué ha pasado en la sociedad para llegar a semejante salvajada y, lo que es peor, qué ha ocurrido en la parte agresora, y en todos aquellos que la vitorean, para que esa invasión violenta pueda darse en el siglo XXI, supuestamente rico en civilización.

¿Dónde está el hombre? No sólo el hombre ruso, incluso el soviético, que hace mucho perdió el sentido de sociedad por renuncia a la sociabilidad natural de sí mismo, sino aquellos cuya vida cómoda les ha reducido a carne y hueso, convirtiéndose en palmeros de la agresión que niegan el derecho a defenderse.

A Diógenes (412-323 a. C.) se le agotó la lámpara buscando al hombre sin encontrarlo. Carencia semejante del hombre justo encontramos en la Biblia (Génesis 18,32 o Romanos 3,10). ¡Cuántos hay, entre quienes nos gobiernan, que perdieron la esencia del hombre, aquello que le distingue del animal! Pues también éste tiene carne y huesos.

Necesariamente tenían que venir al recuerdo juicios que J. M. Keynes escribió tras su experiencia en la conferencia de paz al término de la Primera Guerra Mundial (1914-1918); si cambiamos los pueblos/nombres, los principios se mantienen intactos. ¿No podríamos decir que, "movido por ilusión insana y egoísmo sin aprensión, el pueblo [ruso] subvirtió los cimientos sobre los que todos vivíamos y edificábamos"? (Las consecuencias económicas de la paz, 1919). ¿No es actual imaginarse "sentado en medio de la teatral decoración de los salones oficiales rusos (…) pensando si los extraordinarios rostros de [Putin] (…) con su tez inalterable y sus rasgos inmutables, eran realmente caras y no máscaras tragicómicas de algún extraño drama?".

"Sentía, respecto de [Rusia], lo que Pericles de Atenas: lo único que valía la pena estaba en ella; lo demás no tenía ningún interés... Tenía una ilusión: [Rusia]; y una desilusión: la Humanidad". Finalmente: "Sería estúpido creer que hay lugar en el mundo, tal y como este es en realidad, para asuntos tales como la Sociedad de Naciones". ¿No lo habría dicho hoy de la ONU?

Mientras tanto, Ucrania rezuma muerte y desolación; aunque algunos que nos gobiernan no quieran verlo.

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