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José García Domínguez

Le Pen, Abascal y los de abajo

En Francia, y desde hace ya muchos años, el partido obrero se llama Agrupación Nacional y su líder responde por Le Pen.

En Francia, y desde hace ya muchos años, el partido obrero se llama Agrupación Nacional y su líder responde por Le Pen.
Santiago Abascal, Jorge Buxadé y Marine Le Pen en la Cumbre de Madrid | Vox

En Francia, y desde hace ya muchos años, el partido obrero se llama Agrupación Nacional y su líder responde por Le Pen. En España, en cambio, se sigue llamando PSOE y su primera figura resulta ser Pedro Sánchez. Lo cual, tratándose además Francia de un país mucho más rico que España, indica que a la derecha alternativa de aquí todavía le resta mucho que aprender de la derecha alternativa de allí. Porque Vox, sin duda, ha logrado una progresión extraordinaria, pero todavía no se ha revelado capaz de traspasar las fronteras tradicionales de la derecha sociológica, la de toda la vida. Vox ha crecido mucho y muy rápido, sí, pero solo lo ha hecho a costa del antiguo electorado del PP.

O del errático electorado de Ciudadanos que antes procedía del PP —el caso de Castilla y León—, lo que viene siendo más o menos lo mismo. El único éxito electoral estadísticamente significativo que, de momento, han logrado los de Abascal fuera de las lindes clásicas de ese campo trillado, el de la derecha clásica y convencional, es su penetración en ciertos nichos caracterizados por ubicarse en el estrato más humilde, y con diferencia, de la base de la pirámide social española. Y ocurre que ese es un voto, el de la irritación desesperada, que se dirige por norma a la oferta política que en cada momento sea percibida como más antisistema por tal segmento de votantes.

Son los mismos que podrían haber apoyado en su día al Podemos virginal, el de la primera etapa, o a cualquier otro grupo, de izquierdas o de derechas, que ellos acierten a identificar como más radical adversario del establishment. Pero ese tipo de sufragio, minoritario por definición, no se puede ni se debe confundir con el masivo que arrastra Le Pen en Francia. La izquierda, que en todas partes sigue teniendo la cabeza en el siglo XX, solo sigue pensando en clave de impuestos y redistribución como palanca principal para la promoción de los de abajo. Por el contrario, Le Pen les habla de nación y de fronteras nacionales, no de tributos y subvenciones. Y arrasa, literalmente arrasa, entre las clases populares. Lo dicho, mucho que aprender todavía.

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