
El mayor truco del diablo es hacernos creer que no existe, dijo Baudelaire. En las máquinas de café del Centro Nacional de Inteligencia (CNI) se rumorea que el mayor truco de los servicios secretos españoles es hacernos creer que existen. De ser ciertas las acusaciones del independentismo sobre el supuesto espionaje masivo a sus líderes, ya se ha comentado que el CNI no habría hecho más que cumplir con sus funciones, pero hay detalles en la narración separatista que no cuadran, empezando por el inusitado crédito que se le otorga a una cosa llamada The Citizen Lab, que hasta la semana pasada era absolutamente desconocida. O sea que lo mismo podríamos estar hablando de la Fundación Homer Simpson de Springfield y el relato tendría la misma consistencia. Tampoco es una cuestión menor que uno de los investigadores del laboratorio sea un joven informático declaradamente independentista que hizo fortuna en Estados Unidos.
Como el ministro de Interior, Fernando Grande Marlaska, desmintió que la Policía Nacional o la Guardia Civil dispusieran del programa que según los separatistas han utilizado el Gobierno, el Estado o las cloacas del Estado para espiarles, las sospechas recayeron en el CNI, el Ministerio de Defensa y su titular, Margarita Robles. No hay más pruebas de ello que las afirmaciones forenses del Citizen Lab, que dice haber detectado 65 teléfonos móviles jaqueados. Y sólo con eso, golpes en el pecho, desgarramiento de camisas y alaridos de cólera y victimismo, los partidos independentistas, Unidas Podemos, el periódico El País y los diarios editados en Barcelona han logrado convencer al propio Gobierno de que el CNI ha entrado a saco en los móviles de Puigdemont, Junqueras y compañía, de modo que la única duda es si el Gobierno estaba al tanto o los espías iban a su bola, con o sin preservativo judicial.
Los balbucientes explicaciones del ministro de la Presidencia, Félix Bolaños, en una humillante visita a Barcelona en domingo, no sólo son una muestra de debilidad del Gobierno, en manos de unos grupos políticos que tienen agarrado a Sánchez por el cuello, sino que prueban que el Gobierno está dispuesto a cargarse todos los principios, leyes y protocolos relativos a la seguridad nacional para dar gusto a los separatistas y que Sánchez siga en la Moncloa. Así, y para empezar a hablar, Bolaños ha dicho que la directora del CNI comparecerá en la comisión de secretos oficiales y aportará documentación. Además, el Ejecutivo está dispuesto a desclasificar documentos oficiales y aportarlos a las denuncias separatistas. ¿Qué más quieren? La cabeza de Margarita Robles, el desmantelamiento del CNI, la amnistía para que vuelva Puigdemont y los indultados ocupen sus poltronas y la convocatoria de los referéndums de autodeterminación que sean necesarios para que gane el separatismo.
Han olido la debilidad de Pedro Sánchez y saben de la flexibilidad de las convicciones presidenciales. De manera incomprensible, el autor de Manual de resistencia ha empequeñecido ante la presión del separatismo catalán y está dispuesto a poner a la directora del CNI ante la tesitura de comparecer ante personajes como Gabriel Rufián. Si la señora Paz Esteban López tiene que acabar dando explicaciones al separatismo, será el desguace de eso que llaman "la Casa" los que se las dan de enterados. Y es que pocos servicios de inteligencia habrá más infradotados que el español, una minúscula porción de ese ejército de teletubbies con perspectiva de género en el que quieren transformar las Fuerzas Armadas Españolas elementos clave en el Gobierno de Sánchez como las confluencias putinejas y los separatismos catalán y vasco.
Es sabido que lo mejor para guardar un secreto en España es contarlo en un libro. Por lo demás, la intimidad es una quimera. Lo raro es que el independentismo no haya acogido al defensa Piqué, alias Geri y El Palos, en su lista de damnificados del Pegasus, un programa informático que permite monitorizar a través del teléfono móvil las actividades y conversaciones de sus víctimas. Los independentistas dicen que han espiado por ese procedimiento a 65 de los suyos, pero que podrían ser cientos, miles, puede que millones. También dicen que sospechan que el programa se compró a una empresa israelí con autorización de ese Estado en tiempos de Mariano, pero que están convencidos de que lo ha seguido utilizando Antonio, nombre en clave de Sánchez, Pedro Sánchez. En sus disparatadas ensoñaciones, el CNI es la TIA de Mortadelo y Villarejo nada más despertar y el KGB de Putin después del primer carajillo.
El derrumbe de Pedro Sánchez es extraordinario. Agacha la testa ante el separatismo, que amenaza poco menos que con llevarle ante la Corte Penal Internacional por crímenes contra la Humanidad catalana. La flojera de Sánchez no podría entenderse ni aunque el CNI hubiera accedido a los teléfonos de los separatistas, cosa que sería grave, pero no por haber jaqueado los móviles, sino por no haberse enterado de nada que no declaren a los medios los mismos sujetos. Que Sánchez dé pábulo a las acusaciones no significa que sean ciertas. Cabe la posibilidad, pero estamos hablando de los autores de grandes éxitos del género fake tan recordados como "España nos roba", "Cataluña es una nación", "Marta Dedos Rotos" o "Cervantes era catalán y escribió El Quijote en catalán, pero le obligaron a traducirlo".
Lo único cierto hasta el momento es que muchos agentes del CNI han dado su vida por España, en Irak por ejemplo. Y, por cierto, ya es coincidencia que el independentismo avente el supuesto escándalo Pegasus cuando es un clamor que el entorno de Puigdemont pidió ayuda a Putin para debilitar a España. "Tontos útiles" del Kremlin les llaman en Estrasburgo.
