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EDITORIAL

El Gobierno de Bildu

Como bien ha dicho Isabel Díaz Ayuso, "donde está ETA es mejor no estar".

Si quedase un último rastro de decencia en el PSOE, algún diputado habría alzado este jueves su voz y su voto contra la ignominia que supone que el Gobierno se sostenga gracias a los votos de Bildu, el partido que comanda el terrorista Arnaldo Otegi, que confía puestos de responsabilidad a otros condenados por terrorismo y que recibe con fiestas populares a los asesinos que salen de la cárcel.

No es la primera vez, y conviene recordar que, cuando no ha sido de la mano de los filoterroristas, Pedro Sánchez ha ido avanzando en su plan legislativo gracias a los golpistas y, en la mayor parte de las ocasiones, con la ayuda interesada de ambos. Así, por culpa del presidente del Gobierno y de la falta absoluta de dignidad de los 120 diputados del PSOE, España está gobernada en la práctica por aquellos que más la odian.

Y no sólo la odian desde un punto de vista teórico o político: unos han matado a un millar de españoles por el mero hecho de serlo; otros han tratado de destruir las instituciones y acabar con la democracia y las libertades; y todos persiguen y marginan a los que se consideran españoles en sus respectivas regiones.

Pero todo eso no le importa a Sánchez, personaje completamente amoral y en el que se reconocen los rasgos típicos de la psicopatía: falta de sentimientos de culpa y empatía, egocentrismo, impulsividad, tendencia a la mentira y a la manipulación… Por desgracia, tampoco le importa a los otros 119 diputados del PSOE, que en cada sesión del Congreso y en cada votación dejan claro que son una banda de arribistas, sin el más mínimo sentido de la ética y ningún respeto por la democracia, por las instituciones y, en última instancia, por sí mismos.

Por desgracia, ya estamos acostumbrados al comportamiento del presidente y su partido, pero lo ocurrido este jueves no es un episodio más, sino que supone un salto cualitativo que tendrá repercusión internacional: al dictado del Gobierno, Meritxell Batet –otro ejemplo sangrante de indignidad– ha propiciado que los partidos relacionados con el terrorismo y el putinismo entren a formar parte de la Comisión de Secretos Oficiales. En el mundo amoral de Sánchez, nada tiene consecuencias, pero en el real sí las hay: si España ya se está convirtiendo en un actor completamente marginal en la escena global, ¿quién cree Sánchez que va a confiar en nosotros a partir de ahora? ¿Qué servicios de inteligencia compartirán con España cualquier información sensible para que acabe en las manos de los aliados de Putin? La respuesta es obvia: nadie.

Finalmente, todo lo ocurrido esta semana debe servir para que el PP de Alberto Núñez Feijóo reflexione bien sobre cuál debe ser su relación con Sánchez. Estos días parece haber jugado con cierta habilidad sus cartas para presentarse como un hombre de Estado dispuesto a llegar a pactos, pero con este Gobierno no se puede llegar a ningún acuerdo. Como bien ha dicho Isabel Díaz Ayuso, "donde está ETA es mejor no estar". Cabría añadir que con aquellos que están con ETA no se puede pactar un decreto ley y, aún menos, entregarles la Justicia en bandeja de plata.

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