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Emilio Campmany

Boris Johnson no está muerto

Su caso no es el de Margaret Thatcher ni el de Theresa May.

Su caso no es el de Margaret Thatcher ni el de Theresa May.
El primer ministro británico, Boris Johnson. | EFE

La prensa española ya ha decretado el certificado de defunción de Boris Johnson. Dicen que su victoria ha sido tan pírrica como la de Thatcher en 1990 o la de Theresa May en 2018. No son casos comparables. En el caso de Margaret Thatcher, la moción de censura del partido conservador era entonces constructiva y exigía, como nuestra Constitución, la presentación de un candidato alternativo, que fue Michael Heseltine. La votación era a dos vueltas. Para que la segunda no fuera necesaria, hacía falta que la primera ministra venciera por una diferencia superior al 15 %. No lo consiguió, de modo que habría una segunda votación. En la supuesta convicción de que la perdería, sus fieles convencieron a la primera ministra de que dimitiera para que así fuera el fiable John Major en vez del imprevisible Heseltine quien la sucediera. En cualquier caso, con independencia de los pormenores del asunto, para entonces el thatcherismo estaba en horas bajas y la dimisión se creyó necesaria para dar a los conservadores una oportunidad de vencer en las siguientes elecciones, aunque en la práctica de nada sirvió. El caso de Theresa May tiene que ver con que, como remainer, era la menos indicada para negociar el Brexit y enseguida fue acusada de blanda. Gracias a estos ataques, el UKIP de Nigel Farage, un brexiter a la derecha de Ricardo Corazón de León, ganó las elecciones europeas. Y para colmo, con el aliento en su cogote, estaba Boris Johnson, que sí tenía reputación de brexiter y sería supuestamente un negociador más duro con Bruselas.

La situación actual de Boris Johnson es muy diferente a la de estos dos precedentes. Para empezar, no hay sustituto. Por supuesto, hay muchos que ambicionan sucederle, pero todos están en su equipo salvo Jeremy Hunt, que tiene el inconveniente de haber sido, como May, un remainer. En segundo lugar, el grupo de diputados conservadores que ha votado contra Johnson es extraordinariamente heterogéneo, tanto que ellos mismos se denominan la "coalición del caos". Es cierto que planean declararse en huelga de voto y abstenerse en las propuestas legislativas del Gobierno para forzar derrotas legislativas que pudieran obligar a Johnson a dimitir, pero está por ver que actúen de consuno y que se atrevan a boicotear los instrumentos legislativos con los que el Gobierno pretende ir a la guerra contra la odiada Bruselas. No será fácil explicar a los electores brexiters una actitud dirigida a entorpecer el Brexit.

Por último, está el entramado de intereses de quienes ocupan puestos en el Gobierno. Estas personas podrían aspirar a seguir en el poder no obstante la dimisión de Johnson si supieran con certeza quién le va a sustituir, pero, estando como está la sucesión abierta, pocos serán los que se atrevan a empujar al primer ministro a dimitir. Éste, por su parte, ya ha amenazado con una remodelación gubernamental en la que se sospecha que saldrán quienes no hayan sido suficientemente leales y a la que podrían ser llamados quienes se hayan mantenido más fieles. En definitiva, son muchos los que están enterrando a Johnson, pero no está nada claro que ya sea cadáver.

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