Juanma Moreno ha obtenido un resultado histórico en estas elecciones andaluzas: la primera mayoría absoluta del PP en la comunidad autónoma que sólo hasta hace tres años y medio era el feudo histórico del PSOE y de la izquierda.
Es un triunfo de un partido que durante tres años y medio ha llevado a cabo una gestión que los votantes han refrendado de forma masiva: el cambio tranquilo que los populares le han ofrecido a la sociedad andaluza ha sido aprobado y con nota, nada más y nada menos que doblando los votos obtenidos en 2018 y más que doblando el número de escaños.
Y es también un triunfo personal de Juanma Moreno, que ha sabido encarnar personalmente ese cambio y, tanto de presidente como de candidato, ha ofrecido un perfil muy institucional con el que se ha colocado claramente por encima del resto de candidatos.
Mal resultado para Olona
No es posible decir lo mismo de Vox: tras una campaña errática la candidatura de Macarena Olona solo gana 2,5 puntos respecto a 2018 y la cosecha en escaños es magra: sólo tendrán dos más que en la pasada legislatura en la que venían de la nada.
El resultado no es tan malo si se tiene en cuenta la fuerza que ha tenido el PP, pues a pesar de la subida de los populares Vox logra también mejorar sus datos de las pasadas elecciones, pero conviene no engañarse: las expectativas que tenían antes de empezar la campaña y, muy especialmente, las que el propio partido ha creado en las últimas semanas, hacen que por una vez mejorar deja un inequívoco sabor a derrota.
Gigantesca debacle de la izquierda
Pero sin duda el dato más significativo de estas elecciones andaluzas, el que va a tener un impacto enorme en la política mucho más allá de Despeñaperros, es la enorme debacle que ha sufrido la izquierda: los tres partidos que logran representación en el parlamento andaluz apenas logran el 36,5% del voto, mientras que el centroderecha roza el 60%.
En escaños la diferencia es aún más brutal: no es que PP y Vox lleguen a la mayoría absoluta, es que suman 72 diputados, mientras que el PSOE, la sopa de partidos al servicio de Yolanda Díaz y el andalucismo de ultraizquierda de Teresa Rodríguez se quedan en 38, poco más de la mitad.
Nadie se salva del desastre y estamos ante una refutación en toda la regla y a toda una izquierda completamente desnortada y radicalizada que ha dejado de preocuparse por los problemas de los ciudadanos. Y no menos importante, es una impugnación del modelo sanchista de gobierno: los andaluces han castigado muy duramente al PSOE, que cae muy por debajo de su peor resultado histórico, pero también al aún nonato proyecto de Yolanda Díaz, que vuelve a demostrar que aquellos que ven en ella a un gran activo electoral están expresando un deseo mucho más que haciendo un análisis racional.
El final del sanchismo
Finalmente, es difícilmente discutible que este resultado electoral pone fecha de caducidad a la estancia de Pedro Sánchez en Moncloa: con el PSOE como tercera fuerza en comunidades autónomas como Madrid y Galicia y a veinte puntos del PP en Andalucía; con sus socios todavía más hundidos que él, es obvio que el presidente no podrá reunir una mayoría suficiente para seguir siéndolo, sean cuando sean las próximas generales.
Además, por si el análisis de los datos fríos no resulta suficientemente contundente, es obvio que este triunfo va a suponer un impulso muy importante para el PP de Alberto Núñez Feijóo, que refrenda en Andalucía la validez de la estrategia que ha puesto en marcha en toda España y, sobre todo, que el partido ha despertado definitivamente de sus pasadas pesadillas.
El cambio histórico de Andalucía, que de ser granero y bastión de la izquierda ha pasado a convertirse en una comunidad autónoma claramente de derechas, es sin duda alguna la previa de un cambio que tiene que llegar a España, y que llegará, lo antes posible.