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José García Domínguez

Ciudadanos no está muerto del todo

Ciudadanos, sí, está muerto, muerto y enterrado, pero 'Ciutadans de Catalunya', la marca original, no.

Ciudadanos, sí, está muerto, muerto y enterrado, pero 'Ciutadans de Catalunya', la marca original, no.
La líder de Ciudadanos, Inés Arrimadas, en una imagen de archivo. | EFE

En los tiempos de la otra crisis y el gran descrédito de los políticos profesionales, al banquero Oliu, del Sabadell, se le oyó decir en público que lo que hacía falta eran un Podemos de derechas, o sea, el primer Ciudadanos de Albert Rivera trasplantado a Madrid. Y lo que le hace falta ahora a Feijóo es un PP de izquierdas (aunque solo un poco) en Cataluña, o sea, aquel mismo Ciudadanos primerizo de Albert Rivera antes del viaje a Madrid. Porque gobernar España requiere de modo insoslayable, es sabido, poseer una fuerte implantación en las urnas andaluzas, asignatura pendiente que el PP ha necesitado décadas para aprobar, pero también, e igualmente por razones de estricto peso demográfico, exige contar con una presencia no testimonial en Cataluña.

Y, por sí mismo, el PP ya ha demostrado de sobras su absoluta, definitiva impotencia para salir del pozo de la irrelevancia marginal en esa plaza. Ciudadanos, sí, está muerto, muerto y enterrado, pero Ciutadans de Catalunya, la marca original, no; no del todo, al menos. Existe además una poderosa razón derivada de la lógica política que invita a suponer que tampoco va a morir en el futuro mediato. Ocurre que la causa común que anticipa la debacle del partido de Arrimadas cada vez que concurre a algún proceso electoral en el resto de España, esto es el trasvase masivo de su antiguo electorado al Partido Popular, exige como premisa previa una fortaleza del PP que en el caso catalán resulta por entero inexistente.

El espacio de Ciutadans en Cataluña, a diferencia de lo que ocurre en los demás territorios, nunca lo podrá ocupar el PP por razón de su debilidad congénita en esa demarcación. De ahí, de esa confluencia simultánea de debilidades, que lo mejor para los de Feijóo y los de Arrimadas sea imitar lo que ya hiciera hace cuarenta años aquel partido andaluz que dirigían Felipe González y Alfonso Guerra. Ellos inventaron un PSC que pudiera captar electores locales a los que nunca en la vida llegaría el PSOE. Y les funcionó, al menos hasta 2017. Ahora, Feijóo necesita su propio PSC. Y Arrimadas se lo podría construir a medida. En su lugar, yo me pondría manos a la obra. Pero ya.

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