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José García Domínguez

Barcelona, la ciudad de los machetes

Los pobladores de Barcelona se empeñan en señalar en las encuestas oficiales que la delincuencia violenta constituye el principal problema del municipio.

Los pobladores de Barcelona se empeñan en señalar en las encuestas oficiales que la delincuencia violenta constituye el principal problema del municipio.
Arma blanca manchada de sangre. | EFE

Como es sabido, Barcelona celebra cada año unas fiestas tradicionales en honor a la virgen de la Merced, invento identitario creado por el jóven Francisco Cambó poco después de verse elegido concejal del Consistorio en tiempos de la Restauración. Trátase de un acontecimiento masivo cuya última edición, clausurada hace unos días, está siendo valorada como un extraordinario éxito igual por el Ayuntamiento que por la Generalitat. La razón de esa euforia ecuménica obedece a que, contra lo que ya solía constituir costumbre rutinaria durante ejercicios anteriores, en la de 2024 ningún barcelonés resultó asesinado por lesiones de arma blanca en el transcurso de los festejos.

Así, las autoridades insisten en catalogar de hito muy notable el que solo haya aparecido un cadáver flotando en las aguas del puerto como apenas único altercado reseñable a lo largo del evento. Todo un gran triunfo, ese, que la nueva consejera de Interior atribuye al enorme despliegue de los Mozos por la ciudad con el fin de decomisar machetes, cuchillos de cocina y navajas de campo a los ciudadanos que ahora tienen la muy novedosa costumbre de portar esos útiles de charcutería por la calle. Así, la consejera ha celebrado con especial satisfacción las muchas navajas confiscadas en los andenes de la terminal del AVE, en la Estación de Sants.

Por lo demás, los responsables policiales nada han aclarado sobre la nacionalidad de los dueños de cuchillos y machetes, por lo que habrá que suponer que se trata en todos los casos de catalanes de origen rural que acuden a la capital con sus instrumentos de labranza en las masías y plantaciones agrícolas. No obstante lo cual, los pobladores de Barcelona se empeñan en señalar en las encuestas oficiales que la delincuencia violenta constituye el principal problema del municipio. Algo, esa percepción popular de las lacras más acuciantes del entorno, de la que Collboni ha tomado buena nota. Y de ahí que acabe de anunciar la aprobación de una partida extraordinaria de cuatro millones de euros para promover el aprendizaje del catalán entre los extranjeros recién empadronados en la capital. Hurra.

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