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EDITORIAL

Sánchez ultraja la memoria de Miguel Ángel Blanco

El sanchismo ha hundido al PSOE en unos niveles de indignidad que jamás hubiéramos imaginado, a pesar de tratarse de un partido esencialmente nocivo.

El sanchismo ha hundido al PSOE en unos niveles de indignidad que jamás hubiéramos imaginado, a pesar de tratarse de un partido esencialmente nocivo para España desde el mismo momento de su fundación.

Los socialistas han protagonizado golpes de Estado como el de 1934, que sentó las bases envenenadas de la posterior Guerra Civil, y colaborado con los comunistas en su etapa más sanguinaria para llevar a cabo todo tipo de servicios contra personas inocentes durante el conflicto bélico. Ya en democracia, con Felipe González al frente, parecía que el PSOE se encauzaba por la senda de la socialdemocracia y arrumbaba las pulsiones totalitarias en el desván de las excentricidades destinadas a contentar al sector más cerril de ese partido, entonces liderado por Alfonso Guerra. Pero, primero Zapatero y ahora Sánchez, han destruido lo que podía quedar de digno en unas siglas que, desde ayer, han quedado sepultadas para siempre en un lodazal de inmundicia para vergüenza de los socialistas que aún mantienen cierto sentido del decoro.

La desvergüenza política de Sánchez es tan abrumadora que el tipo fue capaz de participar en el homenaje por el 25 aniversario del secuestro y asesinato de Miguel Ángel Blanco, tan solo un día después de pactar con los legatarios políticos de sus asesinos los términos de una ley de memoria histórica que, entre otras canalladas, pretende blanquear la historia de la banda terrorista ETA, culpable del asesinato de más de 900 compatriotas, muchos de ellos mujeres y niños.

A Sánchez no le importa que el mundo proetarra con el que pacta sus leyes mantenga el silencio sobre más de 300 asesinatos sin resolver, ni que siga sin rechazar un pasado de crímenes atroces como el secuestro y asesinato a cámara lenta del joven concejal de Ermua, cuya memoria trató de mancillar ayer con su presencia en el acto de homenaje y unas palabras que deberían avergonzar a todos los socialistas con algún sentido de la decencia política, si es que queda alguno en el PSOE.

Pero ya no es que se refiriera al País Vasco y a España como dos países independientes —precisamente lo que siempre ha buscado el terrorismo etarra— una cuestión que, tratándose de Sánchez, puede catalogarse como una infamia menor. Lo más abominable de su intervención es que apelara a la necesidad de "mantener la memoria de Miguel Ángel y de todas las víctimas del terrorismo", horas después de entregar a los proetarras la facultad de dictar qué debe o no ser recordado en la historia oficial que los socialistas pretenden imponer a toda la sociedad española.

Miguel Ángel Blanco fue asesinado para conseguir que, un día, el presidente del Gobierno de España negociara con los amigos de sus verdugos en régimen de igualdad. Ese día ha llegado, para vergüenza permanente de un PSOE que, a poco que los españoles se respeten a sí mismos, está desde ayer condenado a la desaparición.

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