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Cristina Losada

¡Qué incordio, lo de ETA!

Incomoda que una organización terrorista de izquierdas hiciera todo lo que hizo ETA. Y que hiciera todo lo que hizo cuando España era una democracia.

Incomoda que una organización terrorista de izquierdas hiciera todo lo que hizo ETA. Y que hiciera todo lo que hizo cuando España era una democracia.
Mertxe Aizpurua saludando a otro diputado | EFE

Qué pelmazos los del PP con la ETA. En la izquierda, del PSOE abajo, ésa es la percepción. No sólo lo perciben; también lo dicen. Unos con más claridad que otros. Pero todos tienen claro que no viene a cuento sacar a ETA cuando ha desaparecido. Son los mismos que tienen claro que hay que sacar la dictadura franquista, cuando desapareció hace mucho más tiempo. Pero así son las cosas. Hablar hoy de ETA lo ven como un anacronismo fastidioso. Un sinsentido al que dan sentido juntándolo con la idea de la nostalgia, y componiendo el aserto de que el Partido Popular, en realidad, tiene nostalgia de ETA, que es como decir que le molesta que no siga matando.

El presidente del Gobierno en el debate del Estado de la Nación fue por ahí. "Tengo una mala noticia para la derecha, ETA ya no existe", dijo. No es la primera vez que se dice. Se ha dicho muchas veces, pero se ha profundizado poco en todo cuanto implica decirlo. Y lo que implica es mucho. Si en la izquierda piensan que al PP le convendría que ETA continuara con su actividad criminal es que creen que la lucha contra el terrorismo era un asunto en el que sólo el PP se sentía cómodo y de la que sólo ese partido, ninguno más, extraía rédito político. Esto significa, ni más ni menos, que en la izquierda dan por sentado que el terrorismo de ETA preocupaba única o principalmente a la gente de derechas. Y lo más notable: que no preocupaba mucho o no importaba nada a la base social y electoral de sus partidos, los de izquierdas.

Cuidado con estas armas arrojadizas, porque siguiendo su trayectoria, al final damos con un significado profundo que aquellos que las lanzan a la ligera no querrían ver negro sobre blanco.

Tiene pinta de que ha incordiado que la portavoz del PP empezara su discurso en el debate con un recuerdo a Miguel Ángel Blanco. Pinta tiene de que no cayó bien el minuto de silencio que quiso hacer, y la Cámara hizo con ella. Se diría que ese minuto en pie, no previsto, se lo tienen que hacer pagar. Y habrá que preguntarse por qué. Por qué la incomodidad. Por qué resulta incómodo y cargante el recuerdo de un terrorismo nada lejano, de un terrorismo que llegó a ser una de las más graves amenazas para la democracia y la nación, y que ha dejado secuelas políticas que perviven.

El intento de reducir el impacto del terrorismo de ETA no es nuevo. Siempre hubo minimizadores. Estaban los que miraban para otro lado y callaban. Pero estaban los que miraban para otro lado y decían: oye, pues hay mucho más muertos por accidentes de tráfico que por terrorismo, por qué darle tanta importancia. La norma o la moda actual es poner en un platillo de la balanza los crímenes terroristas del pasado, ligeros como plumas porque ya pasaron, y crímenes del presente de peso insoportable por su actualidad. Ignoran qué es y qué hace el terrorismo, pero la función de estas operaciones es minimizar. Hay que minimizar para resolver la incomodidad. Porque es incómodo que una organización terrorista de izquierdas hiciera todo lo que hizo ETA. Y que hiciera todo lo que hizo cuando España era una democracia.

En la izquierda no gusta que los partidos de derechas hablen de las víctimas de ETA. Gustaría que esos partidos estuvieran condenando la dictadura franquista todos los días - una vez no basta - y pidiendo perdón. Pero forzar una puerta del pasado tiene consecuencias. La ley de la memoria es que un recuerdo despierta a otro.

En España

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