
"Mora de merda", expresión que quizá no haga mucha falta traducir, le gritaron las barras bravas del pospujolismo, en extremo encabronadas tras la destitución de su presunta corrupta Borràs, a una señora marroquí que asegura ser independentista catalana y que, al modo folklórico de aquellos vistosos procuradores saharauis con chilaba de las Cortes de Franco, también aporta una nota de color en el grupo parlamentario local de ERC. Por lo demás, eso de la mora de merda ha provocado algún pequeño alboroto en las siempre estancadas aguas de la prensa doméstica, escandalito no exento de las preceptivas lágrimas de cocodrilo antirracista que se ha saldado con una petición de excusas por parte de los jefes en la Cámara del partido de los incontinentes callejeros.
El independentismo catalán, que fue abiertamente racista hasta el último minuto en que todavía se pudo seguir siendo abiertamente racista en Europa, o sea hasta 1945 y la derrota final en los campos de batalla de sus parientes intelectuales al otro lado de los Pirineos, practica desde entonces un sucedáneo de apariencia culturalista a fin de hacer presentable en sociedad su etnotribalismo original, el de toda la vida. Así, y al margen que de vez en cuando a los más primitivos de sus seguidores se les escape en público un "xarnego de merda" o un "moro de merda", la prueba del nueve que demuestra su inconfesable racismo es el alineamiento, siempre ciego e incondicional, con los caudillos indigenistas del País Petit.
Da igual que sus líderes acrediten ser ineptos, corruptos, chiflados, miopes o que los conduzcan al desastre sumando todas esas taras a la vez. Les volverán a votar igual una y otra vez, hagan lo que hagan. Puigdemont podría cometer el asesinato, en directo y ante las cámaras de TV3, de una ancianita castellanoparlante, y Junts per Catalunya no bajaría ni un solo diputado en las siguientes elecciones. Dese por seguro. De ahí la indiferencia oficial cuando a algunos simples de las bases se les ocurre gritar ante un micrófono indiscreto lo que todos ellos llevan dentro pero no todos ellos saben que llevan dentro.
